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Agapito Maestre

El día después

Ellos, sin embargo, serán una nota a pie de página, porque nadie hablará de libertadores sino de una canalla que ha cambiado dignidad por paz de cementerio

Claro que la moral existe. Pero no es del Gobierno ni de los terroristas. La moral es de las víctimas que lloran. Sus lágrimas nos hacen libres. Son los únicos que nos dan garantía de que podemos esperar serenos “el día después”. A los otros, a los tácticos y situacionistas, a los inmorales políticos que se rinden ante ETA les esperan días obscuros. Siempre estarán pendientes de “un día después” para borrar sus ignominias. Será imposible. Gritarán: tregua, pero el día después sentirán vergüenza de su indignidad. Siempre buscarán un día después para ocultarse de su miserable ser.
 
Anunciarán, sí, la tregua; al poco tiempo, convocarán elecciones anticipadas; e incluso, finalmente, quizá consigan otra vez el poder. Votados, claro, por quienes sólo están preocupados de sus horribles panzas, o de los pobres “egos” inflados ante un micrófono... Pero, siempre, estarán pendientes del día después, porque todo es falso, mentira, entrega de la dignidad de los españoles por la paz de cementerio impuesta por los criminales. Rovira y Rodríguez Zapatero están a punto de conseguir, consentida por el nacionalismo totalitario, una tregua de los criminales de ETA.
 
Pero los ciudadanos, quienes se manifiestan por la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas de los criminales de ETA, no tragan con la indigna, nunca mejor dicho, maniobra que se traen entre manos los socialistas y nacionalistas con los terroristas. El precio es demasiado alto. Los ciudadanos, o sea, quienes se consideran víctimas del terrorismo, no han dado ningún consentimiento para pactar tregua alguna. Por aquí, la coalición de nacionalistas y socialistas jamás tendrá legitimidad. Tampoco la obtendrá de la masa que únicamente se preocupa de llenar la andorga. El personal, repito, la mayoría de barrigas a disposición del Gobierno, observa indiferente la maniobra. La plebe siempre es obtusa. Ni siquiera será capaz de gritar: “Zapatero ha terminado con ETA”. La plebe sólo dará cabezazos ante las mentiras que nos cuenten los medios de comunicación del PSOE. Sobre esa deleznable argamasa, putrefacta y sucia, Carod Rovira y Rodríguez Zapatero amañan su paz de cementerio, la salida de las cárceles de los criminales de ETA y la legalización de Batasuna.
 
Ni Peces Barba, ni cien profesorcitos, ni cien periodistas a su servicio, ni mil editoriales del periódico amigo, ni toda la estructura judicial a su servicio –las palabras de Conde Pumpido reforzando a Zapatero en la búsqueda de la tregua descalifican a este hombre para hablar de “independencia” de la justicia–, ni toda la escoria inmoral de quienes apelan al cumplimiento de la ley sin abstraer el contexto, ni mil otras lógicas situacionistas, lograrán jamás hacernos olvidar quienes son los asesinos ni quienes sus víctimas. El día después de anunciada la tregua, no lo duden, los asesinos, por un lado, se arrastrarán por la vida como lo que son, asesinos; y, por otro, las víctimas caminaran con dignidad ciudadana, con dignidad, recordándonos que sin ellas la democracia es imposible.
 
De una tregua tan indigna como sus negociadores poco puede esperarse. ¿Pasar a la historia? Sí, quizá pasen a la historia, pues que en ésta cabe todo. La canalla llama a la canalla. Sin duda, pasarán a la historia, porque en este ámbito la infamia no tiene límite. Ellos, sin embargo, serán una nota a pie de página, porque nadie hablará de libertadores sino de una canalla que ha cambiado dignidad por paz de cementerio.

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