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Agapito Maestre

El grito destructivo de Sánchez

Abascal está aguantando con naturalidad el carácter destructivo de Sánchez. Fue el único que se atrevió a decirle no tengo miedo sino una alternativa.

Abascal está aguantando con naturalidad el carácter destructivo de Sánchez. Fue el único que se atrevió a decirle no tengo miedo sino una alternativa.
Santiago Abascal, en el debate de la prórroga del estado de alarma | EFE

Dos asuntos destacaré del debate político de este miércoles en el Congreso de los Diputados. Los dos tuvieron que ver con Santiago Abascal. Es normal que el protagonismo del debate de la mañana sobre la prórroga del estado de alarma girase en torno a su intervención. Quizá el segundo de esos temas, defendido únicamente por Vox, convierta pronto a Abascal en un líder de Estado; me refiero a la nueva ficción de Sánchez-Iglesias para mantenerse en el poder que hará época en los próximos meses: renta mínima y justicia social.

La primera cuestión estaba a la vista de todos: la utilización terrible de Sánchez del tercer principio de la propaganda nazi. Abascal lo vio con claridad y argumentó con autoridad moral contra Sánchez. Denunció con precisión política que la reivindicación del 8-M, es decir, alentar las macromanifestaciones de ese día sabiendo el peligro que corría la población de infectarse por el coronavirus, por parte de Sánchez es una prueba decisiva del autoritarismo de este Gobierno social-comunista. Además, Abascal mostró con delicadeza que Sánchez no es sólo un buen conocedor de los métodos nazis de propaganda, sino que los utiliza en España con extraordinario éxito en los medios de comunicación. Sánchez hizo un uso, impropio de un demócrata, según se desprende de la intervención de Abascal, del principio de transposición del ministro de Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, el terrible Goebbels: cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que distraigan".

La intervención de Abascal me hizo recordar una obviedad: el Gobierno negó la amenaza de pandemia, alertada por la OMS el 30 de enero, demorando el decreto de estado de alarma al 14 marzo. Tres datos siguen siendo incontestables:

1. La OMS alertó del riesgo de pandemia global el 30 de enero e instó a los Estados a tomar medidas.

2. El ministro de Universidades reconoció el 21 de marzo que el Gobierno era consciente del riesgo al menos desde el 2 de febrero.

3. A pesar de lo anterior, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias bendijo la macromanifestación del 8-M.

En fin, la pregunta que se deriva de esos hechos es obvia: ¿cuántos muertos podríamos habernos evitado en España de haber aprovechado esos 45 días?

Pero, sobre todo, Abascal hizo una aportación científica decisiva para el futuro de España: la renta mínima vital, aprobada días atrás en el Parlamento sin el voto de Vox, es la maquinaria de guerra de Sánchez-Iglesias para destruir la principal riqueza de España, a saber, la voluntad de esfuerzo y trabajo de los españoles, aparte de tener un efecto llamada para que lleguen miles de desempleados de otros países. La renta mínima es el precedente, dijo Abascal, de la cartilla de racionamiento. ¡Podría ser!

Sí, este miércoles Vox fue la excepción de un panorama político pervertido por el grito histérico de un Gobierno autoritario: "Todo por la justicia social". La cuestión de la justicia social, como tantas otras, en manos de Sánchez-Iglesias se convierte en su contrario bárbaro. Las épocas de desesperación, como en la que entramos, son plataformas ideales para que los Gobiernos populistas degraden hasta la mera retórica cuestiones otrora respetables, como la idea de justicia social.

Lo terrible es que todos los partidos políticos, salvo Vox, se han rendido y entregado al grito del histrión Sánchez a favor de la renta mínima y la justicia social. Sólo Vox se ha levantado, como si se tratara de un seguidor de Hayek, contra el Gobierno.

Abascal está aguantando con naturalidad el carácter destructivo de Sánchez. Fue coherente. Fue el único que se atrevió a decirle no tengo miedo sino una alternativa para liderar el Gobierno.

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