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Agapito Maestre

El implacable Rubalcaba

Es incontestable que la risa de Rubalcaba haya conseguido superar, en mi opinión, un tópico, un lugar común, que es atribuir cualquier mal que suceda en España a la fama malvada de Rubalcaba.

Parece que ríe a mandíbula batiente. Es un espejismo. Su risa es desganada. Es el rictus de un ejecutor sin piedad. Describo, sí, la risa de Rubalcaba. Ha ridiculizado con saña y falso humor a las víctimas del montaje "periodístico" de El País. El responsable de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, antes que ofrecer sus servicios para desenmascarar la trama delincuencial en torno a la Comunidad de Madrid, se ríe de las víctimas. Terrible. Rubalcaba ha recurrido a la risa, a la degradación de un afecto, para eludir cualquier responsabilidad en el caso. Se trata de escurrir el bulto sin correr ningún riesgo. No quiere por nada del mundo que nadie lo relacione con tal fechoría.

El ministro del Interior ha salido a escape del problema citando a Mortadelo y Filemón con una risa forzada. Pero Rubalcaba, desgraciadamente para sus intereses políticos, no ha conseguido eludir que le salpique el asunto de El País. Pocos periodistas serios han dejado de sospechar de Rubalcaba. Pocos analistas de investigación policial se han privado de comentar que, seguramente, detrás de este embrollo está la sombra alargada del superministro. Pocos son los columnistas solventes, serios y profesionales, en fin, al margen de sus filiaciones ideológicas, que hayan escrito sobre los supuestos espionajes de la Comunidad de Madrid sin citar a Rubalcaba.

Eso tiene que ser terrible para alguien que quiere pasar desapercibido. Es un dato incontestable. Él, el hombre que pastorea a toda la policía y guardia civil, no sale ileso de este montaje periodístico contra Esperanza Aguirre. Aunque yo carezco de criterio sobre las relaciones de Rubalcaba con el asunto montado por El País, tengo que levantar acta de que los mejores analistas no se han privado de relacionar de algún modo al ministro con el caso mencionado. Quizá esa forma de proceder sea ideológica y falsa. Quizá. Pero es incontestable que la risa de Rubalcaba haya conseguido superar, en mi opinión, un tópico, un lugar común, que es atribuir cualquier mal que suceda en España a la fama malvada de Rubalcaba.

Su fama es ya una leyenda que, por fortuna, no ha borrado la realidad de este ministro. ¡La realidad! Sí, sí, la realidad de Rubalcaba nos da luz; por ejemplo, hagamos una pregunta real y sencilla: ¿Qué es lo más relevante que ha hecho Rubalcaba, durante el último año, en su Ministerio? Creo que mucho y malo. Daré dos sencillos ejemplos. En primer lugar, ha desactivado y reducido a casi nada las protestas de los sindicatos de la policía, especialmente su principal reivindicación, a saber, equiparación de sueldos de la policía nacional con las autonómicas. Segundo, ha conseguido quebrar un acuerdo fundamental entre los sindicatos de la policía y la representación de la Guardia Civil, a saber, que los primeros jamás negociarían con el Ministerio del Interior, si eran castigados y expedientados guardias civiles por haberse manifestado el 18 octubre de 2008 en Madrid. Siempre los perjudicados son los de abajo...

Naturalmente, la viveza de Rubalcaba no sería nada sin la torpeza de sus oponentes. En efecto, los éxitos de las desmovilizaciones y falsas promesas de Rubalcaba a la policía siempre van acompañadas de las torpezas, por decirlo suavemente, de los dirigentes sindicales de la policía (SUP, CEP, UFP y SPP). Pero este borroso asunto, junto a los castigos recibidos por los guardias civiles que se manifestaron para que Zapatero cumpliera su palabra, lo dejo para otro día.

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