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Agapito Maestre

El medroso PP

La izquierda española sigue siendo tan cutre y reaccionaria como fui yo antes de que se me cayera el pelo de la dehesa, es decir, antes de que me diese cuenta de que la izquierda española siempre había estado reñida con la democracia.

Entre la izquierda reaccionaria y la derecha acomplejada, un día de hace ya muchos años, y después de darle muchas vueltas al asunto, opté por echarle una mano a los acomplejados. Esa mano, cómo no podía esperarse otra cosa de un hombre libre, tenía que ser tan desinteresada como crítica. Confieso que, en algunas ocasiones, la experiencia ha sido tan angustiosa como horrorosa, pero no me ha hundido en el derrotismo. Creo que al nihilismo hay que combatirlo con sus mismas armas: "Más nihilismo". La maldad hay que combatirla con inteligencia, sí, sí, con inteligencia y no con más maldad, pues que entonces estaríamos en el eterno retorno de lo peor. O sea, mientras haya un rayo de "esperanza" liberal, o sea, un poco de "libertad rescatada de la fatalidad", seguiré apoyando a la fuerza política que consiguió hacer una genuina transición a la democracia. La otra, el PSOE y sus aliados nacionalistas, están en lo que estaban en los años treinta: negar al adversario político hasta su eliminación física.

Hoy por hoy, quizá cambie, la izquierda española sigue siendo tan cutre y reaccionaria como fui yo antes de que se me cayera el pelo de la dehesa, es decir, antes de que me diese cuenta de que la izquierda española siempre había estado reñida con la democracia. La izquierda, pues, está en los antípodas del pensamiento crítico sea éste del color que fuere. Además de estar reñida con la democracia, es inculta, muy inculta, y desarrapada. Patrocina, por encima de cualquier excelencia, al "hombre masa". Por lo tanto, hasta que la izquierda española no haya sido desasnada por las categorías claves de Ortega y Gasset –les pongo un ejemplo cercano pero siempre cercado por sus cinturones protectores–, no entenderá qué es la democracia, o mejor, un sistema de vida en común no basado en el odio y el resentimiento hacia los mejores.

No sé si será razón suficiente, esta recurrencia a Ortega, para seguir esperando algo de la derecha española, pero sí creo que es una razón más –la otra importante, e intelectualmente decisiva, es que estar en la oposición siempre potencia la capacidad creativa– para seguir criticando al PP con el ánimo de que se haga cargo de las demandas de una parte de la sociedad, curiosamente, la que está muy por encima de todos los dirigentes políticos del PP. Sí, sí, esos españoles, que han hecho de la necesidad virtud, esos españoles superiores a los políticos que los pastorean, les dan sus votos, su confianza, con el ánimo de que ellos se liberen de sus puñeteros complejos e imbecilidades.

Esos españoles son conscientes de que son superiores a sus dirigentes, pero todavía les queda algo, insisto, de esperanza, o sea, ha aguantado estoicamente la falta de autocrítica de Rajoy y el silencio ominoso durante veinte días. Esperan, en efecto, "algo" serio de la decisión de Rajoy, a saber, que se deje de pamplinas sobre lo que, según él, le interesa a los españoles –asuntos cómo el precio de los garbanzos y cosas así– y hable de política. De lo común. En otras palabras, señor Rajoy, después de que usted nos cuente su milonga y nos dé la lista de los nuevos dirigentes y la viabilidad de un Congreso que regenere sus fracasos, tenga presente para su buen gobierno personal que son sus votantes el único tesoro que tiene su partido. Usted no es nada sin ellos. Atienda, pues, su principal demanda: más política y menos faramalla centrista.

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