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Agapito Maestre

El resentimiento de los pusilánimes

Aquí no se salva ni el PP; baste recordar las actuaciones de Aznar en 1996, cuando llegó al poder y se entregó no tanto al nacionalismo de CiU cuanto a los lugares comunes acerca de la hiper-legitimación de los nacionalismos para construir la democracia.

De acuerdo con el designio socialista de fracturar los principales vínculos entre los españoles, el Senado ha aprobado la utilización de las lenguas de España contra la lengua de España, el castellano. El español. Creo que la medida es coherente, por un lado, con el proyecto socialista de romper los vínculos entre los españoles, entre los ciudadanos de la nación española, para gobernar sobre los destrozos; por otro lado, también es coherente con los nacionalismos, todos ellos independentistas, que no tienen otro objetivo que diferenciarse de España por la manipulación de una de las lenguas de España. El nacionalismo no utiliza la lengua para comunicarse sino para diferenciarse, es decir, mata la esencia de la lengua.

Ya sé, ya sé, que es completamente absurdo el uso de cinco lenguas en los plenos del Senado. Pero que nadie se rasgue las vestiduras por la medida, porque es tan absurda como la utilización, casi única, del catalán en el parlamento de Cataluña. La manipulación del catalán en Cataluña es tan grave como la negación del castellano. En cualquier caso, la barbaridad del Senado es un efecto más de un largo plan de los socialistas y nacionalistas que está, sin duda alguna, teniendo un éxito apoteósico. Los populares, quién podrían ponerlo en duda, han acompañado ese sencillo programa del que aquí les ofrezco esta pincelada: se trata de negar España, es decir, de manipular los vínculos, los acuerdos y los consensos fundamentales entre los españoles para implantar un modelo de Estado que niega la nación española.

La viabilidad del programa no ha podido ser más efectiva; entre otras razones, reitero, porque apenas ha tenido oposición por parte del PP. Al contrario, muchas veces ha contado con la colaboración, sin duda alguna, pusilánime de este partido. Fracasada la nación española, según condensó Zapatero en frase famosa –"la nación es un concepto discutido y discutible"–, es menester, primero, reconocer lo evidente, a saber, la payasada del Senado es una consecuencia de la derrota de la nación española; en segundo lugar, es menester que empecemos a buscar a todos los responsables políticos y les asignemos a cada uno sus "culpas" en este trágico asunto de la desnacionalización de España.

Aquí, queridos amigos, nadie es inocente. Aquí no se salva ni el PP; baste recordar las actuaciones de Aznar en 1996, cuando llegó al poder y se entregó no tanto al nacionalismo de CiU cuanto a los lugares comunes acerca de una ideológica hiper-legitimación de los nacionalismos para construir la democracia. En ese contexto sobre lo "políticamente correcto", no podemos olvidar el uso que, a veces, han hecho cualificados representantes del PP de las otras lenguas de España para dirigirse a todos los senadores. Ha llegado la hora del pensamiento. De los ajustes de cuentas sencillos y contundentes. Sí, sí, cuando todo ha pasado, como diría Hegel, hemos de dar cuenta de lo sucedido. O sea, el absurdo de hablar en el Senado con cinco lenguas, prescindiendo de la lengua de España, el español, no es causa para romper la nación española, sino un efecto más de una nación rota. Eso es todo. Y quede claro: la responsabilidad de esa ruptura no es sólo del PSOE y los nacionalistas sino también del PP.

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