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Agapito Maestre

El Rey en campaña electoral

Lo primero es el partido y, luego, todo lo que venga, incluida la nación. El caso que nos ocupa es de libro. Se trata de utilizar a la nación para ganar las elecciones.

La visita del Rey a Ceuta y Melilla en vísperas electorales sólo tiene una lectura, naturalmente, de carácter electoral. Se trata de conquistar millones de votos sin importar el futuro de España en general, y de Ceuta y Melilla en particular. El problema de relaciones internacionales creado por la visita real es irrelevante para el Gobierno; ni siquiera le presta atención, pues lo compara con los millones de votos que le dará. Sí, sí, en esa clave está programado el viaje. Si el PSOE por un voto es capaz de cualquier cosa, por millones puede crear conflictos irresolubles. Así se las gastan.

El PP, además, en este asunto no puede hacer otra cosa que ir a remolque de la perversa estrategia iniciada por Zapatero, quien envuelto en la visita real a estas ciudades intentará reivindicar el espíritu de la nación española; en efecto, simulará reanimar el mismo espíritu que lleva matando toda la legislatura. Simular y simular es la obsesión de Zapatero, o sea, hacer una política de ostentación españolista a pocos meses de las elecciones es su estrategia para ganar votos. La reacción airada y hasta violenta del "sobrino" de Juan Carlos I, el jefe religioso y político de Marruecos, y todos sus vasallos contra la visita de su "tío", el jefe del Estado español, es la mejor campaña del PSOE de cara a las elecciones de marzo.

La jugada de Zapatero, el hombre que todavía algunos consideran poco apto para estrategias políticas, no puedo dejar de verla en la mejor línea del socialismo de todos los tiempos. Aunque no puede ser calificada de jugada maestra, tengo que reconocer que su perversidad tiene cierto refinamiento. Zapatero, sin duda alguna, conoce bien su tradición y la maneja a la perfección sin importarle las consecuencias nacionales. Lo primero es el partido y, luego, todo lo que venga, incluida la nación. El caso que nos ocupa es de libro. Se trata de utilizar a la nación para ganar las elecciones. Agitación y propaganda, engaños y mentiras, demagogia e ideología es todo lo que se requiere para conseguir votos.

Ahora, pues, tocaba envolverse en la bandera de España para ganar las elecciones y se eligen dos de los puntos calientes del territorio español, amenazados permanentemente por la dictadura de Marruecos para mantener su frágil cohesión política. Ahora, pues, tocaba montar un discurso exagerado sobre España y se manda al monarca a visitar Ceuta y Melilla. Ahora, pues, es prioritario movilizar la "españolidad" socialista. Es menester por todos los medios, y sin importar los costes futuros, exagerar un cierto "españolismo" para recuperar millones de votos de ciudadanos que se han sentido estafados con el pacto de los socialistas con los separatistas. Eso es todo.

De paso, el Rey, que se presta gentilmente hacerle el favorcito a Zapatero, recupera un poco de su siempre amenazada legitimidad, que en los últimos tiempos ha estado cuestionada por distintos sectores políticos, entre los que sobresalen los amigos separatistas de Zapatero. Así las cosas, los socialistas, cogiditos de la mano de los monárquicos, van tan contentos a la conquista del voto de millones de incautos, de millones de españoles, que están a punto de olvidar que el jefe del Gobierno ha patrocinado el fin de la nación alentando la famosa frase de Juan Carlos I a Carod Rovira: "Hablando se entiende la gente."

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