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Agapito Maestre

El Rey y el intelectual

Felipe VI tiene cuajo. Y también es inteligente. Aquí hay partido por disputar. Esto no ha terminado.

Felipe VI tiene cuajo. Y también es inteligente. Aquí hay partido por disputar. Esto no ha terminado.
Fotografía elegida por el Rey para acompañar su mensaje de Navidad. | EFE

Madrid, 24 de diciembre. 

Felipe VI tiene cuajo. Y también es inteligente. Aquí hay partido por disputar. Esto no ha terminado. Eso escribí el día 24, después de oír el discurso del Rey. Y, naturalmente, transcribí lo fundamental de su intervención: "Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares. Así lo he entendido siempre, en coherencia con mis convicciones, con la forma de entender mis responsabilidades como Jefe del Estado y con el espíritu renovador que inspira mi Reinado desde el primer día”. 

La anacrónica izquierda española, con la colaboración de la acobardada derecha del PP,  tendrá que diseñar ya un programa de represión física, que ejecute sin piedad su programada ideología totalitaria,  si quiere mantenerse en el poder por un tiempo más limitado de lo que ellos prevén. En otras palabras, o al Rey lo encarcelan o seguirá defendiendo a la Constitución. Los españoles, quienes no queremos someternos a la dictadura de Sánchez-Iglesias, hemos hallado un buen aliado en el jefe del Estado. El Rey, sí, dejó claro el día de Nochebuena que defenderá a los españoles de un gobierno salvaje con un único objetivo: eliminar España como Estado-Nación. Parece que no se prestará a ser una figura decorativa de una federación de repúblicas o taifas de caciques primitivos.  

El Rey demostró, una vez más, inteligencia y perspicacia. No es un monarca acomplejado sino que tiene determinación. Este hombre no es un currinche de la basura prisaica y universitaria. El Jefe del Estado no dará jamás cobertura ideológica a un gobierno cuya única aspiración es mantenerse en el poder con los enemigos de la nación española. Este Rey parece que se ha tomado en serio la unidad de España. Este discurso añade legitimidad de ejercicio a la legitimidad de origen de su reinado. 

Madrid, 27 de mayo de 2020

Ha muerto Gregorio Salvador. Descanse en paz quizá el hombre más valiente, entre todos los de la Real Academia de la Lengua Española, a la hora de defender la unidad de España.  Su libro Lengua española y lenguas de España es una joya. Quizá la obra más inteligente que se haya escrito, en los últimos cincuenta años, contra quienes utilizan la lengua antes como señal de identidad que como instrumento de comunicación.  La tesis de una parte importante de la obra de Salvador, en verdad, su razón de ser filológica está contenida en su crítica a esa tendencia ideológica, creciente en los últimos decenios, a "considerar como un drama la desaparición de lenguas minoritarias. Y yo he de decir que en estos tiempos se tiende a percibir como agresivo: que esa desaparición yo no la considero un drama, sino todo al contrario [...]. Sin la paulatina y constante desaparición de lenguas minoritarias, a través de los siglos, la atomización lingüística sería de tal envergadura que esta misma reunión que estamos celebrando sería imposible [...] y, por supuesto, yo no podría ejercitar mi facundia fuera de los límites estrictos del casco urbano de mi pueblo natal". 

Genial por mil razones es la conclusión de Salvador sobre los males derivados de una perversa atomización lingüística, pero quizá haya una que hoy, como en los tiempos de los Reyes Católicos, distinga a los hombres de los animales. Fue expresada con gracia andaluza y contundencia española por el maestro de los maestros de Gramática española. El inventor, sí, de la Gramática lo dejó muy claro en su prólogo. Fue la razón principal esgrimida por Elio Antonio de Nebrija ante la reina doña Isabel: “Una vez que los miembros y pedazos de España, que estaban por muchas partes derramados, se redujeron y ayuntaron en un cuerpo y unidad del Reino  (…) no queda otra cosa sino que florezcan las artes de la paz”, y entre las primeras de esas artes de la paz, resalta el gran Gregorio Salvador, está “aquella que nos enseña la lengua, la cual nos aparta de todos los otros animales”. 

Pues eso, el español es una lengua paz porque es, por encima de mil otras consideraciones, una lengua de comunicación, nunca de imposición

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