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Agapito Maestre

Gervasio Deferr

La medalla de oro de Gervasio Deferr es algo más que una recompensa al esfuerzo. Es la superación de la grandeza de sí mismo, un espejo, para que no sintamos vergüenza de que "esforzarse es todo"

Confieso que siempre me ha gustado la gimnasia artística, aunque jamás la he practicado. Confieso que me fascinan algunos de los personajes que se dedican a este deporte, aunque siempre los he mirado con un poco de tristeza por comparación con el gran Blume. Confieso que no puedo dejar de escribir un par de notas sobre Gervasio Deferr, porque su afán de superación es un modelo no sólo para el español medio, sino también, y muy especialmente, para quienes estando dotados de espléndidas cualidades innatas no las desarrollan porque son sobrepasados por la mediocridad del medio o la pereza personal. Las dos cosas han vencido con elegancia y tesón este nuevo tipo de español, que ha tenido que superar las dificultades de ser de origen emigrante y niño de matrimonio divorciado.
 
Todas las portadas de los periódicos nacionales está dedicadas a su salto. Todas las tertulias del país tienen un rato para recordar a un gimnasta poderoso. Todas las glorias de España son para Gervasio Deferr. Es el mejor, han dicho los jueces de la Olimpiada de Grecia, y España entera festeja su medalla de oro. Gracias a este tipo bajito, musculoso e inteligente ha subido la autoestima de millones de españoles, que son, según los tópicos, mal hablados, tirando a bajo y con cara de permanente cabreo. He ahí motivos suficientes para hablar de un español excelente, alguien que ha alcanzado la dignidad necesaria para ser imitado, para que logremos alcanzar, en nuestros respectivos destinos o profesiones, no tanto lo que él ha logrado, lo máximo, cuanto la perseverancia y trabajo que él ha utilizado para ir superando obstáculos. Que en el caso de Gervasio Deferr, según cuentan las crónicas de su gesta y de su recorrido vital, no han sido pocos y fáciles de superar: lesiones graves, descalificado en el Mundial por fumarse un porro, rupturas familiares, muerte de un hermano, abandonado moral y económicamente por las instituciones deportivas, sin entrenador por tramites burocráticos, etcétera...
 
La medalla de oro de Gervasio Deferr es algo más que una recompensa al esfuerzo. Es la superación de la grandeza de sí mismo, un espejo, para que no sintamos vergüenza de que "esforzarse es todo". Medalla, pues, para la meditación y el aprendizaje de muchas cosas. En primer lugar, para hacernos cargo del valor de la excelencia, en segundo lugar, como dijo el clásico, para que no olvidemos que las facultades innatas nunca deben dejarse en barbecho; y, tercero, porque este cronista ya sabe, de verdad y con ironía, porqué alguien se pone un tatuaje: Deferr ya lleva uno en el gemelo de su pierna derecha para conmemorar la medalla de Sydney. El nuevo celebrará algo más que la medalla de Atenas. Será el reconocimiento a que una vida sin esfuerzo no es vida sino supervivencia animal.

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