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Agapito Maestre

La decisión de Zapatero

Zapatero se ha despedido de la política democrática. No era un juego, más o menos coyuntural, cuando dijo que entre los sindicatos y la patronal optaba por los primeros.

El Gobierno ya no negocia y pacta para el bien de todos, porque sólo se considera miembro de una parte de ese componente complejo y variado llamado España. Zapatero ha renunciado a la esencia de la política democrática: el pacto. La posibilidad de llegar a grandes acuerdos políticos, económicos y sociales entre las elites gubernamentales por un lado, y la oposición por otro, junto a los sindicatos y empresarios, ha muerto, definitivamente, en Rodiezmo. Si después del mitin de Zapatero en esa localidad leonesa alguien sigue albergando alguna expectativa democrática de este Gobierno de España, habrá que llamarle algo peor que ingenuo. Estulto.

Por desgracia, ese estado de estulticia cobija a millones de seres humanos incapaces de ver la maldad que hay detrás del lenguaje utilizado ayer por Zapatero. "Hay que elegir", ha dicho Zapatero, y él lo ha hecho en forma de decisión, de golpe institucional, a la democracia representativa y, sobre todo, a su principal institución en la perspectiva socialdemócrata. Zapatero no ha elegido, siguiendo los mecanismos institucionales de las democracias representativas, sino que ha decidido romper el eje clave del Estado social de Derecho. Él no ha elegido seguir siendo arbitro y juez, sino que ha decidido ponerse del lado de unos y contra los otros; él ha elegido el bando de los descamisados, los desposeídos y, en fin, de los sufrientes de la crisis, según su populista terminología.

El lenguaje escogido por Zapatero en Rodiezmo quintaesencia su acción política. El lenguaje no es inocente; en rigor, es la prueba de que su Gobierno está podrido en la base. Es el primer presidente de Gobierno de un país europeo que ha roto la idea de pacto y compromiso político entre todas las elites políticas y sociales del sistema. Zapatero ha triturado el principal concepto de la socialdemocracia europea, después de la Segunda Guerra Mundial, el pacto "extraparlamentario" como complemento o, a veces, legitimación de la política parlamentaria. Zapatero se ha despedido de la política democrática. No era un juego, más o menos coyuntural, cuando dijo que entre los sindicatos y la patronal optaba por los primeros.

Zapatero ha entonado en Rodiezmo un canto funerario a cualquier tipo de diálogo y negociación política entre democristianos y socialdemócratas, entre conservadores y liberales, en fin, entre izquierdas y derechas. Ha dilapidado la herencia de la gran socialdemocracia y opta por el populismo más patético, o sea, las decisiones no se toman, después de complicados y largos procesos de negociación en las instituciones democráticas, sino por lo que dicta la "corazonada" de un gobernante. Zapatero lo ha expresado con contundencia: "Hay que elegir", sí, olvidándose de que él es el presidente del Gobierno de una nación compuesta de partes. Él sólo opta por uno de esos componentes y niega, de paso, que las instituciones democráticas ofrezcan alguna salida.

La personalización de la política y el intento permanente por eliminar las mediaciones entre el líder Zapatero y los ciudadanos son, reitero, las dos principales características del ataque subversivo de Zapatero a las instituciones. Ahí están contenidas las señas de identidad del populismo de Zapatero

En España

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