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Agapito Maestre

La mentira política

Esta persona "lidera", sin duda alguna, ese partido por decir estas burradas. Trágico. En efecto, es la tragedia de la política de nuestro tiempo. El decir y el hacer no tiene vínculo alguno en la política contemporánea.

Las palabras de la tercera dirigente en el organigrama del PSOE, Leire Pajín, sobre el comienzo de una nueva era más grande y libre por la coincidencia en el poder de Obama en Estados Unidos y Zapatero en Europa a partir de 2010, habrán movido a hilaridad a unos, y a desprecio a otros. ¿Es creíble esta afirmación de Leire Pajín? No; más aún, seguramente nadie sensato puede prestarle atención a tales desvaríos. ¿Significará eso que esta dirigente ha perdido su crédito para seguir liderando a ese partido? Lo dudo. He ahí lo más grave del asunto. Reforzará su puesto en el partido y, por ende, en los aparatos de represión del Estado contra la sociedad libre. 

Esta persona "lidera", sin duda alguna, ese partido por decir estas burradas. Trágico. En efecto, es la tragedia de la política de nuestro tiempo. El decir y el hacer no tiene vínculo alguno en la política contemporánea. Por eso, precisamente, la mentira –el decir falso o engaño– no tiene límites. Los totalitarismos, no importa ahora la diferencia entre el totalitarismo comunista y el fascista, hunden sus raíces en esta escisión. Su modernidad, su trágica modernidad, ha sido heredada por las democracias "a la española", donde un presidente del Gobierno o la tercera dirigente de su partido pueden mentir permanentemente con toda la osadía del mundo y no pasa nada; o mejor, sí que pasa, se premia su descaro y falsedad. Ojalá me equivoque, pero no creo que el cúmulo de mentiras socialistas sea castigado electoralmente con una pérdida demasiado excesiva de votos en las elecciones del 7-J al Parlamento de la UE.

Por suerte, en el mundo antiguo el actor de la gesta era también su cantor; hoy, por desgracia, la barbarie se convierte en gesta y, además, tiene cantores por todas partes. La palabra ha quedado reducida a nada, o peor, es un ruido molesto para ocultar las miserias de los políticos. Al oír a la señora Leire Pajín dije, ea, escribamos. Un poco de coraje. Aislémonos. Esta dolencia nos abate y nos abre a la meditación. Busquemos un sencillo principio para limpiar nuestro mundo de heces y materias prescindibles. No me quedó otra alternativa que mirar atrás y recordar, o mejor, sentir nostalgia de una política que puso coto a la mentira. 

Sentí, sí, añoranza de la verdad. Tuve la sensación de estar más cercano a la antigüedad griega que a la campaña electoral. Quise traer aquí lo que fue en un tiempo pasado y muy lejano. ¿O quizá es sólo una construcción ficticia? ¿Una ilusión de quien todavía cree que la política de la verdad puede competir con el cinismo de nuestra época? ¡Quién sabe! Lo cierto es que quise gritar: imitemos a los griegos. Para ellos las grandes palabras debían explicar las grandes gestas, entre otras razones, porque la palabra, el habla, era concebida como una especial forma de acción.

Por desgracia, los rastros de esa forma de concebir la vida, también la vida política, se han perdido en la noche de los tiempos. Quizá sea esa pérdida, en realidad, esa escisión radical entre la acción y la palabra la diferencia fundamental entre la política de los antiguos, esa que es incapaz concebir la libertad al margen de la política, y la política de los modernos totalitarismos, esa que cuanto más se expande más peligros corren nuestras libertades. En fin, allí donde es irreparable la escisión entre el hablar y el hacer, el decir y la acción, todo está permitido. La mentira no tiene límites. La prueba es Leire Pajín, la cantora de la "gesta" de Rodríguez Zapatero.

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