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Agapito Maestre

Las imágenes de una manifestación

Ni Peces Barba ni Zapatero estuvieron en Sol. Tampoco asistieron quienes trafican con el dolor. Allí sólo estaban quienes comprendían que las víctimas nos daban la oportunidad de hacernos ciudadanos

Gotzone Mora, ejemplar ciudadana del PSOE, fue aplaudida por todos los asistentes. Rosa Díez, diputada en el Parlamento europeo por el PSOE, también fue vitoreada por los participantes en la concentración del sábado. Todo era normal. Hasta que Bono apareció en la calle de Alcalá con sus guardaespaldas. Quería lagrimear ante las víctimas. No se enteró de que aquello no era un entierro, sino una reunión democrática para afirmar lo que nos da la vida: España. La gente se preguntaba por qué no estaba detrás de la pancarta de los políticos. Otros, más ingenuos, aplaudían su gesto. Al final tuvo que marcharse porque no pudo soportar la presión de los manifestantes. Lo cierto es que este señor consiguió lo que pretendía. Dio lugar a un espectáculo lamentable. En cualquier caso, nada puede justificar la conducta incivil de un agresor. O, quizá, varios. ¡Quién lo sabe!
 
Pero todo era previsible. Bono sabía que él no podía pasar desapercibido. Todo era impostado. Bono, como su partido, estaba desubicado. No hallaba su lugar. También las fotos de portada de los periódicos del domingo estaban fuera de lugar. Bono cubriéndose el rostro no es la imagen más representativa de la manifestación de la AVT. Más real fue la imagen de la brava diputada Rosa Díez arropando a un pobre ministro de Defensa, que no acertaba a explicar su presencia entre los manifestantes. El ministro de Defensa está para protegernos de los terroristas no para esconderse entre los ciudadanos. Y, sobre todo, más auténtica fue la imagen que recogía el abrazo de consuelo, de compasión, de una víctima del terrorismo a una Rosa Díez abatida por no poder detener los improperios que los ciudadanos dirigían al ministro de Defensa.
 
He ahí, en verdad, la imagen que resumía el grandioso acontecimiento político de la manifestación del sábado: las víctimas dando consuelo a quienes deben protegernos. Lo demás era pura escenificación. Lo fetén era que la presidenta de la Fundación de Víctimas, Ana Vidal Abarca, abrazaba, como si de una nueva Piedad se tratara, a la eurodiputada Rosa Díez. Era la mejor imagen del espíritu carnal del acontecimiento democrático de la primera manifestación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Esa imagen es la mejor foto de un Gobierno a la deriva y de un partido sin Norte. La gente de ZP parece rendida ante los terroristas y necesitan la fuerza de las víctimas. ZP quiere retirarse de la lucha y sus compañeros lloran de impotencia por no saber transmitirle la fuerza y el coraje cívico de las víctimas. Sin prestarle atención a las lágrimas de los suyos, ZP quiere romper la nación por un poco de paz de cementerio
 
Pero no lo conseguirá, porque quienes ayer consolaban a Rosa Díez, las víctimas, todos los ciudadanos de España, expulsarán del poder a quien pretenda pasar a la historia como un Príncipe de la Paz moderno. Con la sangre de las víctimas no se negocia con terroristas. Los ciudadanos que se manifestaban el sábado por las calles de Madrid, en representación democrática de toda España, no querían un ministro de Defensa derrotado, sino un tipo cabal capaz de ubicarse en la Nación española sin necesidad de recurrir a formas impostadas. Me quedo, pues, con la imagen de las víctimas dando su brazo para levantar a la pobre humanidad derrotada de los socialistas. Ni uniéndose los mejores son capaces de parar lo que se les viene encima. El patetismo de la imagen del PSOE en la manifestación del sábado revela la derrota de un partido convertido en una empresa de intereses.
 
El PSOE, la empresa gestionada por ZP, no había conseguido ubicarse en esta manifestación, a pesar del esforzado Pérez Rubalcaba, que quiso pararla unos días antes con promesas y bagatelas para la barriga. Acaso, por eso, arremete ahora contra los organizadores porque no pudieron controlar los gritos contra Bono. La verdad es más sencilla. Por un lado, un ministro, el de Administraciones Públicas, caminaba detrás de una pancarta. Nadie le dijo nada, porque estaba donde le correspondía. Por otro lado, sin avisar a nadie y confundido entre la gente y sus guardaespaldas, estaba Bono, ministro de Defensa. El impostor, aseguró, que quería pasar desapercibido. Falso. Quería que hablaran bien de él unos y otros, pero salió por pies. Lástima daba. Bono quiso quitar protagonismo a los ciudadanos, o sea, a las víctimas que se manifestaban qua ciudadanos, pero no lo consiguió.
 
A pesar de todo, el ministro de Defensa, estará contento porque ha conseguido ocupar las primeras páginas de la prensa. Y, de paso, les da la coartada a los ejecutivos de su empresa para que maltraten a quienes son el alma y la carne de la democracia, las víctimas. Primero quisieron hacerlos transparentes para que nadie los viese. Después, los ignoraron para que no les pidieran nada. Más tarde, se atrevieron a compadecerlos para administrar su dolor. Y, ahora, que las víctimas han conseguido que nos convirtamos en ciudadanos, pretenden estigmatizarlos llamándoles violentos. No, por favor, los violentos y asesinos son quienes con ellos negocian…
 
Y de los ausentes, es decir, de los Peces Barba y compaña, qué decir. Poco. No asistieron porque renunciaron a la posibilidad de ser ciudadanos por unas horas. No quisieron agarrarse del brazo que le ofrecían las víctimas para levantarse de su pobre humanidad arrastrada por los suelos. Ni Peces Barba ni Zapatero estuvieron en Sol. Tampoco asistieron quienes trafican con el dolor. Allí sólo estaban quienes comprendían que las víctimas nos daban la oportunidad de hacernos ciudadanos. Allí sólo había seres libres. Por eso, exactamente, no se manifestaron esta gente. No saben qué es la libertad. Aún no se han percatado de que, en la España de hoy, la libertad sólo puede ser rescatada de la fatalidad de la sangre derramada por los españoles asesinados por ETA.
 
Tampoco los columnistas del terror, la escoria de la prensa libre, fueron a la manifestación de la AVT. Las heces del Estado de Derecho, los columnistas del terror, sólo asisten a los espectáculos de masas. Los cobardes, los columnistas del terror, no se atrevieron a mirar la cara de los ciudadanos que piden más democracia, o sea, más España. Lo columnistas del terror, quienes comparan medrosamente al IRA con ETA, a Irlanda con el País Vasco y a Zapatero con Blair, no estuvieron. No tenían fuerza para recorrer el corto espacio que separa Cibeles de Sol. Ya no valen ni como abono para el campo donde juegan al golf. Su pasado falangista está al servicio del totalitarismo presente. ¡Chusma!, la democracia no es entreguismo.
 
Demos gracias, pues, a las víctimas, porque convocaron una manifestación, un espacio público, para que renováramos una querencia compartida, un sentimiento común, un destino colectivo, una idea de Nación: España. Demos, pues, las gracias a la AVT por recordarnos que sin España no hay ciudadanos. Grandiosa lección de democracia la que nos dio la AVT. Su dignidad es un ejemplo: No quieren recursos sociales ni económicos. Tampoco reparaciones morales. Sólo quieren ser sujetos políticos de una nación. España.

En España

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