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Agapito Maestre

Lo común del PP

Lo común, la comunidad española, está en vías de extinción. España es un país extraño, incluso se duda de que exista como una nación. Por ejemplo, los medios de comunicación no están al servicio de la nación sino de un partido.

Lo común, la comunidad española, está en vías de extinción. España es un país extraño, incluso se duda de que exista como una nación. Por ejemplo, los medios de comunicación no están al servicio de la nación sino de un partido; o peor, los periódicos y las televisiones de propiedad privada son dirigidas, en su mayor parte, por gentes ajenas a la historia de España. Dominan los italianos en la dirección bárbara de los periódicos y las televisiones, pero también los sajones tienen un buen pedazo de esos medios. Tampoco "la cultura" que consumen los lugareños tiene mucho que ver con la llamada "cultura española". "¿Qué cosa es eso de la cultura española?", preguntan las tribus autonómicas con extrañeza y cierto tono despectivo. Tiene razón el tribalismo autonómico al despreciar la cultura española, porque ellos han conseguido hacerla desaparecer bajo el manto de las "culturas autonómicas". La nada oculta al ser.

La cultura española es ya un bien del pasado. No tiene vigencia. Ni los niños ni los adultos tienen conciencia de que nuestra cultura es un bien para aquí y ahora. Lo común, pues, ya sea tradición, creencia, costumbre, pensamiento, idea, etcétera, tiende a desaparecer, cuando no ha desaparecido por completo. Tampoco la administración de lo público es común, por el contrario, la gestión de los asuntos públicos está concebida para que no nos entendamos entre los que habitamos este territorio, incluso se utilizan lenguas diferentes para destrozar los vínculos comunes. Es difícil hallar algún otro territorio en el mundo comparable al español, es difícil, sí, hallar gente que busque con más saña que nosotros signos de "identidad" para incomunicarnos con el otro, a pesar de tener un pasado común y unas instituciones compartidas. Somos un laboratorio práctico ideal para etnólogos especializados en los grandes simios. Somos gentes muy peligrosas.

Con ese telón de fondo no es impertinente preguntarse: ¿qué es hoy España? La respuesta es sencilla: una población enfrentada y un territorio fragmentado. ¿Qué viabilidad política tiene España como Estado-nación con una Constitución que pone en cuestión la nación? Ninguna. España es un Estado fallido, fracasado, porque es imposible entenderlo con 17 "estaditos"; estos 17 trozos de un Estado-nación han hecho desaparecer España: lo común. Ése es nuestro drama. Está a la vista, pero, naturalmente, quienes viven de explotar ese drama lo ocultan. Lo niegan, sin importarles el precio que pagan unos "ciudadanos" que para serlo de verdad necesitarían un suelo físico y político común. Los españoles no pueden, o peor, no les dejan ser ciudadanos, sencillamente porque les falta lo común: la nación.

El bien público que es la nación desapareció hace mucho tiempo. Sólo nos quedan sus muertos. Sus víctimas. Mientras no las honremos como es debido, es decir, concediéndoles el estatuto de sujeto político, esto no será una nación sino un vulgar gentío, algo más próximo a la caverna que a la ciudad. Y, sin embargo, hoy tengo un par de motivos para la esperanza, esa libertad rescatada de la fatalidad, a saber: las víctimas del terrorismo y el programa político del PP para estas elecciones. Sí, sí, mientras las víctimas del terrorismo sigan saliendo a la calle para recordarnos que ellas son lo mejor de la nación, habrá esperanza; y mientras un partido, como el PP, recoja en su programa que nunca negociará con ETA y siempre reconocerá la memoria de las víctimas, entonces tendremos esperanza de alcanzar un Estado-nación de carácter democrático.

En España

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