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Agapito Maestre

Los charrúas ganarán

La 'razón política', como la futbolística, es apasionada o no es.

Dicen que decidimos con los sentimientos y luego, cuando no podemos rectificar, intentamos elaborar argumentos racionales para justificar los desaguisados de nuestras decisiones. Puede que esa sea la manera de proceder de los publicistas y los asesores de los políticos. Quizá ese planteamiento comercial valga para engañar a los compradores de coches y a los votantes de los partidos de la democracia de masas. Es cierto que se tiende a separar sin mucho criterio la razón de la pasión, las emociones de las razones, para no caer en incorrecciones políticas, pero yo no conozco, dicho en corto y por derecho, una razón que no sea apasionada. La razón política, como la futbolística, es apasionada o no es.

Otra cosa es que nuestras preferencias políticas estén más o menos avaladas por pruebas y argumentos. Pongamos que hablamos de dos selecciones de fútbol en el Mundial de Rusia: España y Uruguay. Yo prefiero que gane España, pero, ante las pruebas y argumentos que ha mostrado Uruguay en la primera fase del campeonato, espero que el Mundial lo ganen los uruguayos. O sea, si España no gana, quiero que lo haga Uruguay, por pruebas, razones, emociones e historia. Como diría Petón, sensible e inteligente comentarista deportivo, me gusta su juego y está poblado de jugadores y exjugadores del Atlético de Madrid, que es mi equipo. La pasión por el fútbol nos pierde, o sea, nos hace libres. Viva Uruguay libre y de orígenes españoles, o no… ¿Quizá tengamos que leer todavía un libro titulado Contribución de los españoles al descubrimiento del Uruguay? No sé si existe un título semejante, pero sería tanto como afirmar, por decirlo con la ironía de Agustín de Foxá, que Jesucristo tuvo una leve influencia en la Iglesia Católica.

Esta selección del país hermano es conocida por el nombre de "la charrúa". ¿Charrúa? Sí, el país de los charrúas, los aborígenes que hallaron los españoles cuando llegaron al Río de la Plata. Los últimos charrúas fueron exterminados en Queguay por el general Rivera del ya independiente Uruguay en 1831. Quede, pues, claro quién acabó con este pueblo de aborígenes que halló el conquistador lebrijense Solís en el Uruguay del siglo XVI. Los españoles colonizaron a los charrúas, que estaban en el Neolítico, pero no los mataron. Fueron los uruguayos quienes acabaron con los charrúas. Espero que en su honor, y para pagar sus culpas los de Godín, el capitán del equipo, y el profesor Tabárez, su entrenador, ganen el Mundial.

Después de Tabaré, epopeya nacional de 4.736 versos, que les dedicó Juan Zorrilla de San Martín, un español de sangre, ganar el Mundial de Rusia es lo mejor que les puede suceder a los uruguayos para liberarse de la culpa por haber exterminado a sus buenos aborígenes. Tabaré, en efecto, es el nombre del poema nacional del Uruguay. El autor siempre dudó tanto de la utilidad del sacrificio de esos aborígenes como de su destino, pero al final se solidarizó con ellos:

Pero algo sois; el trovador cristiano
arroja, húmedo en lágrimas,
un ramo de laurel en vuestro abismo
por si mártires fuisteis de una Patria.

Por si acaso, o sea, "por si mártires fuisteis de una Patria", Zorrilla San Martín convirtió la guerra de los charrúas, su sacrificio, en una gran gesta literaria. Los charrúas, después de casi tres siglos, hallaron su Homero, el cronista de su guerra. Pues eso, exactamente eso, es lo que deberíamos hacer todos los que apostamos por Uruguay: cantar sus hazañas y creernos de verdad que ganará. Por lo tanto, no digamos ya en el idioma olvidado de los charrúas "tupá", que significa "¿quién eres?", para llamar a Dios, sino demos el salto bíblico y respondamos: "Yo Soy el que que Soy". ¡Dios existe y quizá haya elegido a Uruguay para ganar el Mundial! Es un decir teológico, o sea literario. Razón apasionada.

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