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Agapito Maestre

Memoria oficialista

Una ley para decir quiénes son los malos y los buenos en la historia va contra el sentido común; en realidad, es un asalto contra cualquier idea de universalidad que es el soporte último de la ley.

Aunque oscura es la declaración de intenciones de este Gobierno a la hora de preparar la Ley de la Memoria Histórica, prefiero guardar silencio sobre el nuevo atropello que la mitad de los españoles tendrá que soportar. No quiero contribuir a un debate perverso lleno de trampas gubernamentales. Tiempo habrá para defendernos del látigo que fábrica el Gobierno. Mientras tanto, o sea mientras llega del día que se ponga en vigor lo que ahora preparan con sigilo y astucia pueblerina, no puedo dejar de consignar que la futura ley, como cualquier otra acción que quieran fijar unidimensional y arbitrariamente el plural y complejo pasado de España, está condenada al fracaso.

Una ley para decir quiénes son los malos y los buenos en la historia va contra el sentido común; en realidad, es un asalto contra cualquier idea de universalidad que es el soporte último de la ley. Precisamente, porque esta ley siempre dejará insatisfecho a una parte, insisto, a la mitad de los aludidos, está abocada a llevarnos al enfrentamiento. Por lo tanto, desde el punto de vista moral y jurídico, la futura ley es, obviamente, inviable.

Sin embargo, será efectiva, no les quepa la menor duda, para reprimir a los medios de comunicación que intenten una lectura abierta y reconciliadora de los enfrentamientos civiles entre españoles de diferentes ideologías. Es una perversidad ideológica del Gobierno para eliminar del debate político primero, y del intelectual después, a quienes no opinen como él. Es necesario estigmatizar a quienes no condenen el franquismo en bloque. Es un paso bien meditado por los ideólogos del "uso alternativo del derecho", ese ardid totalitario del comunismo de los setenta, para cerrar medios de comunicación e ilegalizar a los partidos políticos que no cumplan con la ley.

Este personal de Zapatero no se anda con medias tintas. Sus "leyes" no son para civilizar sino para reprimir. Hay que triturar cuanto antes a la oposición y a quienes intenten un pluralismo de interpretaciones de nuestro pasado y, sobre todo, de nuestra actual "democracia". Lo peor, pues, está por venir. El ataque del Gobierno con esta ley es doble. Primero, el PP y, después, los medios de comunicación, que osen defender que en esta democracia caben todos, incluso los que se hicieron el harakiri para que surgiera esta sistema político, estarán siendo vigilados por una "ley" que trata de dejarlos fuera del sistema político. El PSOE intentará llegar por todos los medios a su alcance, y hay que reconocer que tiene muchos, a una presunta y falaz coincidencia entre todos los grupos parlamentarios a la hora de condenar el franquismo con el objetivo de excluir al PP del juego político.

Por ese flanco el PP debería estar muy atento, y preparar de modo inteligente sus líneas de ataque, porque la artillería pesada, en verdad totalitaria, que prepara el Gobierno no va a ser nada comparada con la totalitaria Ley de Defensa de la República de 1931, que fue, dicho sea de paso, la muerte de la República al poco tiempo de llegar. La Ley de Azaña, sí, fue terrible porque no la hizo para que la República fuera respetada sino temida; pero la "Ley" de Zapatero será peor, porque su objetivo es destruir el sistema de convivencia de los últimos treinta años.

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