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Agapito Maestre

Miradas al 11-M

Las declaraciones de Gallardón, ajenas a las preocupaciones de los dolientes e insensibles por completo a lo que pasa en su ciudad, deslegitiman a este hombre para que vuelva a presentarse a las elecciones a la alcaldía de Madrid por el PP.

Leo las declaraciones de Gallardón en ABC y me quedo estupefacto. Me recupero. Levanto el teléfono y se lo comento con ironía a mi amigo Alfonso, quien me dice con sorna unamuniana que todo parece cuestión de miradas. Unos van a mirar a los de Batasuna a los ojos para decirles que dejen las armas, Rosa Díez recuerda que ETA asesinaba mirando a la víctima, y ahora viene Gallardón diciendo que no hay que mirar atrás. Y, como de miradas va, el sábado, en la concentración de la AVT, estaremos pidiendo que se mire a la dignidad de las víctimas y que se mire a la verdad del 11-M. Y, por supuesto, quienes quieren dejarnos ciegos sin sacarnos los ojos, sin apneas tocarnos, nos sirven un mundo virtual, silenciadas las noticias importantes, en la televisión; esa gente, otra vez, volverá a ocultarnos las imágenes de la concentración del sábado, aunque siempre cabe esperar lo contrario.

Mi amigo, que medita cuando habla, concluye: "Ahí tienes una idea para una columna sobre el hilo conductor de la mirada". Recojo su sugerencia y pienso inmediatamente que "cada hombre ve, como decía Agustín, lo que lleva en su corazón". Cierto. Cuando la gente normal, el ciudadano corriente, llega a Madrid en tren y pisa la Estación de Atocha no deja de ver que allí han muerto cientos de personas y han quedado heridas otras miles. No han quedado atrás. Todas están aquí. No han pasado. Están frente a nosotros. Están presentes. Ni el pasado ni el futuro van con ellas.

Sin embargo, el alcalde de Madrid tiene, por desgracia, esas muertes detrás de él, a sus espaldas. Él era el alcalde de la ciudad, sin duda, cuando se produjeron. Quizá por eso no quiera mirar atrás. Quiere desentenderse de su responsabilidad. Mal hace, porque los ciudadanos, los de a pie, sabemos que siguen allí. Si Gallardón persiste en no mirarlas, ojo, ya no estarán detrás sino que se las estará echando encima de sus hombros. Resulta sangrante que este hombre mire de soslayo, esquinadamente, a ese cruel acontecimiento; no tiene valor de mirar, sí, de frente, como la mayoría de los españoles. ¿Cómo alguien en su sano juicio puede olvidar, no mirar atrás, tal atrocidad? ¿Nadie con sensibilidad ciudadana puede dejar de considerar que el 11-M está ahí delante de nosotros, entre otras razones, porque son crímenes aún impunes?

Porque cuesta mucho pensar que el alcalde, precisamente, de Madrid diga que el 11-M quedó atrás, quiero creer que quizá la insensibilidad del regidor venga no de la mirada, de su corazón, sino de la perspectiva adoptada para mirar el 11-M. ¿Desde dónde mira el señor alcalde a su ciudad? Si el pasado, la mirada atrás, ya no le interesa y menos el presente ciudadano, entonces habrá que reconocer que Gallardón sólo mira a Madrid desde el futuro, o mejor, desde su futuro político. Parece no tener otra preocupación que los posibles pactos con otras fuerzas políticas, o su desmarque definitivo del partido que lo cobija, o cualquier otro compadreo de política de baja estofa. Mira, pues, desde la perspectiva del poderoso, o sea, de quien sólo aspira a más poder.

Las declaraciones de Gallardón, ajenas a las preocupaciones de los dolientes e insensibles por completo a lo que pasa en su ciudad, deslegitiman a este hombre para que vuelva a presentarse a las elecciones a la alcaldía de Madrid por el PP. Ojalá fuera así. Miraríamos todos mejor el futuro.

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