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Agapito Maestre

Peor que un golpe de Estado

Tan dramático sería un Estatuto surgido de un golpe de Estado como un golpe de Estado surgido desde la aprobación de un Estatuto. Pero ambas opciones no parecen plausibles para caracterizar lo que está pasando

Lo grave es que la aprobación del Estatuto de Cataluña no es un golpe de Estado. Aunque las consecuencias son infinitamente peores que un golpe de Estado, denominar así a lo sucedido en Cataluña nos harían perder credibilidad jurídica y, quizá, política a nuestro análisis. Sin duda, el Estatuto aprobado deja a España indefensa. La nación queda bloqueada para décadas. Pero nada de lo que está sucediendo puede calificarse como un golpe de Estado, porque todo está hecho desde la legalidad y las instituciones. Los partidos políticos de Cataluña, que han aprobado el engendro, no funcionan al margen de sus votantes, sino que los están representando. No se diga, pues, que los partidos están al margen de sus votantes. Estarán al margen de la opinión pública, según las encuestas, pero no al margen de la representación política.
 
Tan dramático sería un Estatuto surgido de un golpe de Estado como un golpe de Estado surgido desde la aprobación de un Estatuto. Pero ambas opciones no parecen plausibles para caracterizar lo que está pasando. Esta es la tragedia de España. Claro que las consecuencias son desastrosas, pero no deberíamos insistir en el golpe de Estado, porque quizá perderíamos del análisis algunos factores capitales para analizar el proceso de destrucción de España. Sin duda alguna, hay paralelismos históricos entre la aprobación del Estatuto de Cataluña del viernes y sucesos golpistas del pasado, pero no creo que podamos despreciar la novedad histórica de la actualidad. Tres factores, en mi opinión, me impiden hablar de algo parecido a un golpe de Estados “legal”. Son tres asuntos de la actualidad, o del pasado reciente, que priman sobre interpretaciones, por lo demás muy respetables, historicistas.
 
En primer lugar, no podemos despreciar que estamos ante un presidente de Gobierno, casi por primera vez en la historia contemporánea, que puede calificarse de muchos modos, pero, desde luego, no creo errar si decimos que es un indigente mental, naturalmente, desde el punto de vista político. Este hombre no sabe otra cosa que entregarse a Maragall que no es sino una manera de acabar con España. ¡Pronto se hubiera dejado atrapar González por el nacionalista Maragall! Insisto no es que haya corrido detrás del nacionalismo separatista, como ha sido costumbre en el PSOE desde 1978, sino que se ha entregado al nacionalismo separatista de los socialistas catalanes, que, a diferencia de CiU, nunca han tenido idea de los tiempos políticos. Por esta parte, la tragedia del Partido-Estado, que es el PSOE, será inminente. Yo estaré en el tendido del 7 para ver como caen los ibarras, bonos, chaves y otros cuantos, sin duda alguna, por mansos. Todos bajarán la testuz antes de romper el Partido-Estado.
 
En segundo lugar, el engendro inconstitucional, si se quiere anticonstitucional, del Estatuto es producto de una Constitución abierta, casi un atropello jurídico, que sólo unos cuantos hemos denunciado en los últimos veinte años. Los profesorcitos de derecho Constitucional siempre han hablado mal de ella en privado, pero jamás se han atrevido a opinar en público sobre la necesidad de cerrarla. El Estatuto es inconstitucional, pues, en el fondo, pero los mecanismos para su aprobación son, desgraciadamente, constitucionales. No hay país democrático, como no sea España, que haya dicho que la reforma de Estatutos no dependa del Estado central como podemos hacerle decir nosotros la Constitución del 78. Y, en tercer lugar, hay una injustísima y horrible ley electoral, que privilegia a los nacionalistas, pero que nadie, incluido el PP, ha querido reformar en los últimos veinticinco años…
 
En fin, la tragedia, por si faltaba algún componente, es que el PP aceptó la posibilidad de reforma de los Estatutos. Terrible trampa. Sí, porque que una vez aceptado el proceso de reforma, resulta casi imposible echarse atrás.

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