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Agapito Maestre

Sergio Pitol Demeneghi

Literatura oblicua, sin duda alguna, es la de Pitol, porque también sus libros de viaje, en verdad gran parte de su obra, está construida en torno al viaje oblicuamente abierto

El premiado es un hombre muy cosmopolita, pero, sobre todo, es muy mexicano. Un hombre que nació en Puebla – ciudad tocada por la gracia de San Pascual Bailón, que es el santo más alegre México– y vive en Xalapa, la bella capital de Veracruz, tiene que ser por fuerza cosmopolita, aunque su forma de entrarle a Chiapas, al conflicto del Estado de Chiapas, diste de ser muy mexicano. Me alegro de que este hombre haya sido premiado por su obra. Pero me alegro, porque amo a México y también Pitol, cómo no, representa muy bien a este gran país. Quizá no sea el mejor escritor vivo de México, pero es un buen escritor. Por lo tanto, felicidades.
 
Nada más enterarme del premio he buscando en mi biblioteca durante una hora “El arte de la fuga”, pero no lo he hallado. Algún amigo se lo llevó sin querer o, peor todavía, lo he perdido en algún viaje a México. Lo leí en el 97. Al año siguiente me invitaron a dar una conferencia en Xalapa, ciudad donde reside Pitol, y releí el libro con ánimo de hablar con su autor. Al final, no fue posible. Siento de veras haber perdido mi ejemplar no tanto por el coste como por los subrayados y anotaciones que hice al margen. ¿Qué había en este libro que tanto me interesa? Quizá su optimismo y el ansía de vivir a tope cada instante de la vida. La concepción de la memoria, de los recuerdos, que aparecen en este libro tampoco me es ajena; basta recordar la frase “cada uno de nosotros es todos los hombres”, para saber que el verdadero recuerdo es volver a algo con el corazón o no es. Los capítulos que, en “El arte de la fuga”, dedica a la escritura y las lecturas son dignos de ser recordados. Aprendí mucho en ellos. También comprobé que Borges, Faulkner, Onetti, Carpentier y Rulfo había influido decisivamente en Pitol.
 
No estaba “El arte de la fuga”, sí, que era el libro que yo buscaba, pero había otros libros importante de Pitol. He aquí tres que aún me dicen muchas cosas. El primero es “El relato veneciano de Billie Upward”, título elegido por Pitol para publicar un conjunto de relatos, casi todos los que había escrito, que fueron publicados por Monte Avila Editores, en 1992, en Venezuela. Tengo noticia de que recientemente en España han sido publicados catorce cuentos seleccionados por su autor de los ocho volúmenes de relatos editados por Pitol. La mayoría de sus cuentos son, en cualquier caso, “breves obras maestras”, que sintetizan, como ha dicho el gran novelista venezolano José Balza, “la prosa sinuosa de oscura carga erótica” del venezolano Guillermo Meneses, con la “sabia textura inmoral” de Onetti y la ternura y la compasión, a veces sarcástica, de Cortázar.
 
El expresionismo, que revela la escritura de estos cuentos, es la matriz para mostrarnos las pasiones más terribles y conmovedoras. Sus cuentos, en fin, son siempre oblicuos, porque, como el propio Pitol reconoce, sus posibilidades siempre se abren pero pocas veces se cierran y más bien crecen.
 
Literatura oblicua, sin duda alguna, es la de Pitol, porque también sus libros de viaje, en verdad gran parte de su obra, está construida en torno al viaje oblicuamente abierto. Pitol crea toda una tradición literaria en torno al viaje, o mejor, el vive el viaje, pero aún es más decisivo que el regresa o se vuelve con lo viajado. Venecia, Madrid, Barcelona o sus gentes siempre perviven. “Todos los tiempos son en el fondo el único tiempo”. Por eso mismo, la narración de Pitol fácilmente puede desdoblarse de pronto, como de improviso, en escritura crítica. Literatura metarreferencial. Algo de todo eso he hallado en “Un largo viaje”, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México, quien contiene una magnífica entrevista con Pitol, de la que extraigo la siguiente cita del autor: “Casi toda mi narrativa guarda una estrecha relación con mi vida; hay una especie de juego biológico entre mis relatos y las distintas etapas estéticas, entre la evolución de mi propia vida y los muchos cambios que han existido en ella.”
 
“Pasión por la trama”, de Huerga y Fierro, es el tercer libro que tengo a mano. Una colección de ensayos y breves artículos, otra vez, sobre libros y autores que Pitol ama. Es una constante en toda la obra de Pitol hablar y escribir de literatura. Es muy literario, pero, a veces, sus libros corren el riesgo de hacer desaparecer lo real. La narración es sustituida por un hablar de la narración. Se pierde lo real. El concepto y la definición sustituyen la genuina poética, la realidad, de la literatura. .
 
Pocas veces cita Pitol a Reyes, al gran Alfonso Reyes, el más grande humanista del siglo XX de Hispanoamérica, sin embargo, creo que es el autor que más le ha influido, porque el regiomontano ha conseguido meterle en la testa al poblano que el ensayo es un género centauro, o sea, tiene la mitad de cuerpo de “ciencia” y la otra de creación. En efecto, cuando Pitol no entiende la investigación, deriva a la ficción… Otros, los listillos, le llaman a esto literatura metarreferencial, pero es simplemente ensayo, gran ensayo, en la mejor tradición de Reyes y Ortega.

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