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Agapito Maestre

Una perla en el estercolero

Hay cosas que no podrán tapar jamás, ni con Juan Carlos I ni con toda la dinastía borbónica.

¿Qué pensar de la salida de España de Juan Carlos I? Lo más inmediato es levantar acta de una obviedad: el Gobierno de Sánchez-Iglesias se ha cobrado una pieza clave del sistema democrático. Ha conseguido acorralar al Jefe del Estado, quien en marzo dio pruebas de sus cesiones al Gobierno revolucionario y, cuatro meses después, ha aceptado de buen grado la tregua que esta misma coalición de Gobierno le concede expulsando a su padre de España. Es otra obviedad destacar que la debilidad de la Jefatura del Estado frente a la coalición socialista-comunista-separatista pone al borde del abismo al régimen democrático del 78. El Gobierno de Sánchez-Iglesias quiere, en efecto, la cabeza de Felipe VI, para ‘legitimar’ definitivamente una confederación cantonal de arévacos y vectones, o como se llamen, cuyo principal patrimonio no es otro que un deshilachado Estado de las Autonomías.

Sin embargo, este último objetivo del revolucionario Gobierno de Sánchez-Iglesias cuenta con una dificultad. Su poder es aparentemente inmenso, cimentado sobre todo en el miedo que provoca en una triste e intelectualmente floja Oposición, pero es más débil, mucho más débil, que la autoridad moral y política de Felipe VI, sin duda alguna el monarca más preparado de España después de Felipe II. Sí, sí, el poder de Sánchez-Iglesias es inmenso para destruir instituciones, pero apenas tiene fuerza para enfrentarse a la autoridad de Felipe VI. Además, ha perdido por completo, si es que alguna vez la tuvo, su escasa legitimidad política, porque el mundo entero sabe ya que la expulsión temporal de España del Rey Emérito sólo tiene un objetivo: ocultar todas las debilidades, los errores y las tropelías cometidas por el Gobierno de Sánchez-Iglesias.

Tapar esas miserias con la expulsión de Juan Carlos I es, dicho lisa y llanamente, imposible. No es verosímil encubrir la trágica realidad de España con la burda mentira: "El Rey Emérito es el único que roba en España". ¿Haría olvidar esa falacia los miles de chanchullos y corruptelas de los socialistas, por ejemplo, de los Chaves, Griñán, Guerra, Pujol, el 3%, la tesis doctoral del presidente, las diligencias del juez Castellón sobre el teléfono de Dina-Iglesias, los negocios del suegro del presidente, la financiación de Podemos, etcétera, etcétera? Quizá la chusma siga repitiendo las mismas imbecilidades de una prensa tan ignara como inmoral: "Se lo ha buscado él solo"; pero la mayoría de los españoles desarrollados, los genuinos ciudadanos, saben perfectamente quiénes son de verdad los malos y, sobre todo, débiles intelectual y políticamente de esta película. La mayoría es consciente de lo que nos espera con esta gente: sangre, sudor y lágrimas. Sin Monarquía parlamentaria no habrá ni democracia ni prosperidad.

Por lo tanto, animémonos un rato, y juguemos a diseñar el futuro escenario. La terrible fragilidad de este Gobierno está a la vista. Mirémoslo de frente. El Gobierno, además, es consciente de su agotamiento y, por eso, precisamente, el presidente repite, repite y repite, como un tipo enloquecido, que la coalición es fuerte y van a estar mucho tiempo en el poder, aunque luego haya disputas internas en el Gobierno porque los de Arrimadas no hablan con los de Podemos. Tampoco su chulería de matones de barrio ayuda mucho a creer en su fortaleza. Hay cosas, sí, que no podrán tapar jamás, ni con Juan Carlos I ni con toda la dinastía borbónica. Ahí van algunas que pueden paradójicamente animarnos este mes de agosto: nadie con inteligencia duda de que este Gobierno es el responsable de la terrible situación económica de España. Nadie con criterio político duda de que los indicadores sanitarios y económicos de España son mucho peores que los del resto de Europa y la OCDE. Nadie con capacidad de comparación duda de que la gestión de Sánchez-Iglesias de la pandemia de la covid-19 es la peor del mundo. Nadie con capacidad de predicción duda de que el partido Podemos, si hubiera elecciones generales en los próximos meses, quedaría reducido a nada, o sea a lo de Galicia. Nadie con conocimientos históricos duda de que todavía existen socialistas que no seguirán a Sánchez en el ataque a la Jefatura del Estado. Y, por supuesto, no hay persona que crea que la Comisión de la UE no ejercerá en septiembre con precisión su poder a la hora de repartir el dinero de la Reconstrucción post-covid… Europa, sí, la UE podría ser para este Gobierno el comienzo de su final.

En fin, querido lector, está en su derecho de apostar sobre quién ganará esta batalla entre endebles luchadores, pero yo de momento me quedo confortado por hallar en el estercolero la perla de un corazón noble. Cívica aristocracia es la demostrada por Felipe VI.

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