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Agapito Maestre

Zapatero y el avispero del Líbano

¿Para qué tantos soldados españoles en el Líbano? Salvo que reduzcamos la cuestión a una operación de maquillaje y propaganda de la nefasta política exterior española ante nuestros aliados europeos, la pregunta carece de respuesta.

Zapatero ha visto un resquicio para limpiar sus iniquidades internacionales, pero puede ser un paso más para arruinar su quebrada y absurda política exterior. El primer problema que deberá explicar es por qué, después de sacar a las tropas de Irak, manda soldados españoles al Líbano a una operación militar de alto riesgo; según los especialistas, la zona del conflicto es más peligrosa que Irak. En segundo lugar, nadie entiende por qué mandará España tantos soldados al Líbano, cuando aquí ni siquiera somos capaces de evitar la llegada masiva de inmigrantes que buscan libertad y pan. Sin la intervención del ejército nadie espere resolver las burradas provocadas por la descerebrada Ley Caldera. En este contexto no tiene fácil respuesta la pregunta: ¿para qué tantos soldados españoles en el Líbano? Salvo que reduzcamos la cuestión a una operación de maquillaje y propaganda de la nefasta política exterior española ante nuestros aliados europeos, la pregunta carece de respuesta.

La cuestión, sin embargo, es aún más grave, porque el Gobierno de España quiere integrarse en una operación sin mucho sentido occidental. Ni la misión ni las reglas del ejército de la ONU son claras. Más bien, todo es confuso, contradictorio y ambiguo. La resolución 1701 del Consejo de Seguridad parece ir por un lado, y la realidad por otro muy distinto. Todo puede quedar reducido a una gran farsa. Chirac, que ha sido el responsable principal de la cosa, ya ha empezado a quejarse sobre el modo de llevar a cabo la intervención. Pero, sobre todo, la cuestión decisiva es saber dónde está EE UU en esta misión casi imposible. Sí, hoy por hoy, Occidente no es nada sin EE UU. La defensa de los valores occidentales, y especialmente la exportación de la democracia a los países islámicos, no es viable sin EE UU. Más aún, no es plausible organización mundial alguna sin la presencia de EE UU.

Por lo tanto, la acción de Europa en el Líbano tiene un déficit de legitimidad obvio. En efecto, no sé si la política exterior europea es inexistente, pero estoy convencido de que la decisión de actuar con un contingente importante de soldados europeos en el Líbano no ha surgido de ningún cerebro europeo. Es una salida a la desesperada de las viejas elites europeas. Parece más obra de gente a la deriva que de estructuras internacionales competentes. La operación responde más a los intereses burocráticos de la ONU, incluso personales de altos funcionarios, que a criterios de racionalidad militar sensatos. Los altos burócratas de la ONU han conseguido embaucar a unos políticos europeos sin criterio, y sin futuro, hacia un avispero criminal sin saber muy bien cuáles serán las funciones de esa fuerza multinacional.

Aún hoy, a pocos días de que lleguen los primeros soldados europeos a la zona, ni siquiera saben si podrán o no defenderse de los ataques terroristas del Partido de Dios (Hezbolá). Terrible. Estamos ante un conflicto de dimensiones universales, pues nadie en su sano juicio puede negar que el conflicto armado entre Israel y el terrorismo islamista de Hezbolá es una guerra entre el Occidente judeocristiano por un lado, y el mundo islámico por el otro, pero los altos directivos de la ONU sólo alcanzan a quejarse de que pertenecen a un organismo anticuado. Cifra de este estrepitoso fracaso son las declaraciones de Shashi Tharoor, secretario general adjunto de la ONU, quien reconoce que el alto organismo es una organización del siglo XX tratando con problemas del siglo XXI.

¿Cuál es el problema de fondo de esta operación? Que la ONU quiere actuar como una organización indispensable para un mundo globalizado contando antes con Europa que con EE UU. Ese es su error. Precisamente, por eso, Zapatero nos ha metido a todos los españoles en el conflicto. Ha visto una rendija para satisfacer su congénito, sectario y despreciable anti-americanismo.

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