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Agapito Maestre

Zapatero y ETA

Zapatero ya no habla de libertad, que es el lenguaje de las víctimas, sino de paz, aunque sea de cementerio, que es el lenguaje de ETA.

¿Quiénes hablaban de tregua? Todos, excepto quienes no se dejaban engañar por las tretas de un Gobierno al servicio del nacionalismo. El pacto, sin embargo, está hecho, sus pasos son tan medidos como sus tiempos, pero ninguno pasa por una tregua más o menos convencional como en otras épocas. No, sencillamente porque ahora nos enfrentamos a un “proceso” de desmembración del Estado liderado por el PSOE. ETA y el nacionalismo ya no son causas sino efectos de una operación truculenta de ingeniería política. La cosa ha quedado clara este fin semana. El comunicado hecho público el sábado por ETA ha puesto las cosas en su sitio. La paz, primero, y la independencia del País Vasco después, son cuestiones de tiempo. Zapatero le ha dado la razón el domingo en ABC. Por eso, precisamente, no fue necesario cambiar ni una sola coma de esa entrevista, que fue realizada el viernes. El pacto sigue su marcha.

Por desgracia para la democracia, nadie en su sano juicio puede dejar de reconocer que la violencia, el terrorismo de ETA, ha tenido un efecto político demoledor en el PSOE. Zapatero está de acuerdo en que ETA tutele el proceso de autodeterminación en el País Vasco; él lo hará en el resto de España. Sin duda alguna, la sintonía entre el comunicado de ETA y las declaraciones de Zapatero al periódico ABC asustan. Da miedo, pánico –que es una forma de conciencia–, la contundencia con que se aborda el fin del terrorismo por parte de Zapatero y ETA. Los dos están de acuerdo en que el proceso será largo y costoso, pero ineluctable hasta alcanzar la paz, o sea, hasta la separación del País Vasco de España. Zapatero ya no habla de libertad, que es el lenguaje de las víctimas, sino de paz, aunque sea de cementerio, que es el lenguaje de ETA.

La coincidencia entre el lenguaje del presidente y el comunicado de los terroristas ya no nos sorprende, sino que nos deja estupefactos. Los dos insisten en los mismos tópicos, pero, sobre todo, en que el fin de la violencia sólo puede alcanzarse cuando todos los actores políticos y sociales estén implicados o, lo que es lo mismo, que todas las instituciones del Estado de Derecho se pongan al servicio de los objetivos terroristas. Se equivocan, pues, quienes piensan que Zapatero está atrapado por los nacionalistas y los terroristas. Al contrario, Zapatero, el paradójico presidente del Gobierno de España, está liderando las reivindicaciones nacionalistas y separatistas.

Más aún, me atrevería a mantener que Zapatero quiere culminar ese proceso porque, según su postmoderna concepción de la política, "todo es posible y aceptable dado que carecemos de principios, de valores y argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas". He ahí otra prueba, una más, desde la legalización del PCTV hasta la expulsión de Fungairiño, pasando por el destrozo del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, para justificar que Zapatero no quiere tanto terminar con ETA como liderar el proceso que lleve al Estado de Derecho a aceptar las condiciones del independentismo vasco.

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