Menú
Agustín Olalla

En la lucha Europa-EEUU, se doctora Sudáfrica

Llegando desde atrás, sin hacer ruido, apareció el sudafricano Charl Schwartzel para encontrar el agua en el oasis y acabar imponiendo su autoridad sobre el verde tapete de un Augusta National que se ha rendido a su fuete personalidad.

El Masters es el grande de los grandes y sólo está al alcance de unos pocos. Distingue a los jugadores que poseen no sólo un gran golf, sino también una estrategia firme y, sobre todo, una gran fuerza psicológica.

La psicología en este deporte es clave junto al estado de forma. El norirlandés Rory McIlroy, líder durante las tres primeras jornadas, es un campeón en ciernes, pero le falta una consistencia que, por su juventud, aún no ha conseguido. Ha vuelto a quedar demostrado que aún le falta un escalón por ascender en su carrera deportiva. Llegará su momento, seguro, pero debe superar sus miedos escénicos, a veces su exceso de ímpetu y, lo más importante, su cabeza debe trabajar como un grande. Aún no lo ha conseguido.

Prometíamos emociones, pero no tantas. Prometíamos incertidumbre hasta el final, pero no podíamos imaginar que el Masters de Augusta 2011 se iba a decidir en los dos últimos hoyos. Hasta seis jugadores han llegado con opciones hasta el final: Tiger Woods, Jason Day, Charl Schwartzel, Bo Van Pelt, Geoff Ogilvy y Adam Scott. Faltaba en ese grupo McIlroy, que comenzaba la última ronda como líder y llegaba a la entrada del Amen Corner en idéntica posición. Pero, como ya hemos avisado estos días, la presión ha vuelto a poder con él. El norirlandés es capaz de lo mejor, pero también de lo peor: en sólo tres hoyos se anotó un triple bogey, un bogey y un doble bogey, cayendo al abismo de la clasificación y dilapidando todas sus opciones de triunfo final.

Woods atacó de nuevo, estuvo coqueteando de forma continua con el liderato –llegó a marchar segundo durante más de nueve hoyos– y ha tenido opciones reales de ganar un torneo por primera vez desde que los temas personales se interpusieran en su carrera deportiva. Pero no hablamos de una competición más. Para ganar el Masters de Augusta hay que estar al cien por cien y el Tigre aún no lo está.

Los australianos Adam Scott y Jason Day han luchado, peleado y exprimido todas sus opciones de victoria hasta el final. Scott llegó a ir líder y rozó el triunfo con los dedos, pero se desvaneció entre sus manos.

Llegando desde atrás, sin hacer ruido, apareció el sudafricano Charl Schwartzel para encontrar el agua en el oasis y acabar imponiendo su autoridad sobre el verde tapete de un Augusta National que se ha rendido a su fuerte personalidad, empuje y, sobre todo, a su golf. Golf de gran calibre, de Maestro. Un sprint final que resultó inalcanzable para el resto de sus rivales.

Es el segundo triunfo de la temporada para este joven golfista, de 26 años, tras el conseguido en el Joburg Open de su país hace tres meses. Ya tenemos, pues, sucesor de los Seve Ballesteros, Chema Olazábal, Ángel Cabrera, Tiger Woods, Sir Nick Faldo y Phil Mickelson, que ha acabado cediendo la preciada Chaqueta Verde. Schwartzel se une a la lista de los grandes y es el tercer sudafricano que se impone en el Masters después de un jugador de leyenda como Gary Player y Trevor Immelman.

En Deportes

    0
    comentarios