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Alberto Acereda

El acoso a la libertad

Se hace difícil encontrar en la historia de Estados Unidos otra Administración como la de Obama, una que haya hecho tanto y tan malo en tan poco tiempo.

El denominador común de todas las tiranías ha sido siempre el odio a la libertad. Las primeras colonias de Estados Unidos declararon su independencia de Inglaterra en 1776 precisamente como reacción contra la tiranía y como defensa y aspiración a la libertad individual. Su objetivo era garantizar aquellos derechos inalienables de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Desde entonces hasta hoy los norteamericanos han venido instituyendo sus propios gobiernos, cuyos poderes legítimos derivan del consentimiento de los gobernados. Los dos siglos largos de la existencia política de Estados Unidos como nación se han apoyado en la aspiración, defensa y mantenimiento de esa libertad. Sin embargo, es posible comprobar hoy en la práctica un paulatino acoso a la libertad individual por medio de la expansión y el crecimiento de los sucesivos gobiernos y sus burocracias.

El creciente acecho a la libertad no es exclusivo de un solo partido político. En los últimos años el Partido Republicano ha olvidado sus principios conservadores cediendo miméticamente a la tentación de ampliar el gobierno. A nadie puede escapar que el GOP de hoy se ha convertido en una especie de partido progre-light y así le fue en las dos últimas elecciones. En esa misma costumbre de ampliar las facultades del gobierno anda, en mayor medida, el Partido Demócrata: más gobierno, menos libertad económica, menos libertad individual. Así, mientras presenciábamos la siesta ideológica del GOP, el Partido Demócrata demostró que entre lo progre-auténtico y lo progre-light, los norteamericanos optarían por lo primero. Así forjaron la creación de un nuevo y carismático líder cuya llegada a la presidencia supone un paso más para intentar convertir Estados Unidos en una socialdemocracia alejada de los principios fundacionales de esta nación.

El bien disimulado desprecio por la preeminencia del individuo sobre el gobierno dentro de la actual Administración Obama se explica por varias razones. Para el soñado estatismo al que aspira Obama, la idea de libertad del individuo choca con el concepto del Estado redistribuidor de la riqueza. El origen del poder de la izquierda disfrazada de Caperucita socialdemócrata es que el ciudadano crea fielmente que el "Estado del Bienestar" es sólo consecuencia directa de la existencia del Gran Gobierno. La independencia y la libertad individual chocan así contra la voluntad gubernamental de generar dependencia entre los ciudadanos. A la vez, la existencia de ciudadanos no dependientes del gobierno supone el posible cuestionamiento por parte de aquellos del poder gubernamental acumulado. Y nada de eso conviene a la clase política y menos aún a la Administración Obama, ni al Partido Demócrata. Al Gran Gobierno le interesa controlar la riqueza, redistribuirla a su antojo para mantener la dependencia ciudadana. Y así, la libertad individual y la iniciativa privada en el marco del libre mercado están en el punto de mira.

En el terreno práctico, las anteriores razones explican las acciones realizadas en apenas cuatro meses por la Administración Obama aprovechando su control casi total del Ejecutivo y el Legislativo: usando la terminología norteamericana en dólares, estamos hablando de 787 billones gastados para el llamado "estímulo económico", 3 trillones y medio de presupuesto federal (lo que supone un aumento de la deuda nacional por parte de Obama superior a la de todos los anteriores presidentes juntos, desde Washington a Bush) y 1 trillón y medio añadido de déficit presupuestario (cifra record en la historia norteamericana). A esto hay que sumar los varios trillones en programas de "rescates" financieros (TARP, TALF, TIFF...), la intervención federal en la industria del automóvil, la nacionalización de varios bancos y la cuestión hipotecaria, así como el reciente programa de drástica subida de impuestos escondida bajo un eufemístico plan ambiental. Nada de esto ayuda verdaderamente al ciudadano medio, sino que lo hace ser más dependiente todavía del gobierno.

Estos tiempos de crisis ofrecen además a la Administración Obama una oportunidad inigualable (reconocida por su asesor Rahm Emanuel) para cambiar todavía más la cultura política en Estados Unidos, para demonizar el capitalismo y crear un disimulado acecho a la libertad individual. El objetivo es hacer creer al ciudadano que todas estas acciones del gobierno tienen el fin de mejorar la vida de los individuos y sanear la nación. La realidad es la contraria. Como contrario y nocivo resulta también seguir poniendo a Estados Unidos en el camino de un sistema de sanidad dirigido por políticos y burócratas y no por expertos en medicina. Como dañino es también situar a Estados Unidos en el ojo del huracán sacando a la luz documentos secretos, atacando a la Agencia Central de Inteligencia por vía de la presidenta del Congreso o vetando técnicas de interrogación a terroristas que permitieron salvar millones de vidas humanas. Y como igualmente pernicioso resulta demonizar a la oposición política en un falaz documento hecho público por el Departamento de Seguridad o intentar enjuiciar a la anterior Administración.

Se hace difícil encontrar en la historia de Estados Unidos otra Administración como la de Obama, una que haya hecho tanto y tan malo en tan poco tiempo. Quizá sea el momento de recordar aquella lúcida afirmación de Thomas Jefferson de que "cuando el pueblo teme a su gobierno, hay tiranía; cuando el gobierno teme a su pueblo, hay libertad". A día de hoy la ciudadanía norteamericana parece estar más temerosa de su gobierno que éste de sus ciudadanos. Así lo vimos en las protestas de mediados de abril y así lo prueba ya el plantón y negativa ciudadanas hasta en la progre California al votar este pasado martes en contra de las varias propuestas –apoyadas por Obama– de subida de impuestos y aumento del papel del gobierno. Sin duda, estamos ante una oportunidad de oro para aquel político serio que quiera despertar y que explique y ponga en marcha los principios de libertad que hicieron grande a esta nación desde su fundación. No le faltaran votos... y 2010 está a la vuelta de la esquina.

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