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Alberto Acereda

Obama une a los conservadores

El mejor modo de hacer frente a esa nefasta transformación y al intento de un cambio radical hacia la socialdemocracia y el Gran Estado que busca Obama es seguir luchando por los principios conservadores.

Es costumbre en el mundo universitario norteamericano que, al final de cada año académico, el presidente de Estados Unidos pronuncié algunos discursos de graduación en distintas universidades de la nación. Este miércoles pasado, Barack Obama estuvo en la universidad donde trabajo y leyó su discurso. Aunque su visita a Arizona no arrastraba la polémica que ha suscitado en los medios la otra visita de este mismo sábado a la Universidad de Notre Dame, el discurso dado en Arizona resulta sintomático sobre el pensar de Obama. Tras escucharlo y leerlo con atención tengo para mí que si hay alguien que va a unir verdaderamente a la base conservadora del Partido Republicano en Estados Unidos, ése no es otro que el propio Obama. Ante casi 70.000 personas (estudiantes, familiares, profesorado y administración) el fondo de las ideas de ese discurso ayuda a comprender mejor todavía la visión que del individuo y la sociedad tiene Obama. Para éste, los Estados Unidos están en crisis por culpa del "egoísmo", la "avaricia" y la "irresponsabilidad" de Wall Street y de Washington. Por eso, según aseguró Obama, hay que construir unos nuevos cimientos para esta nación cuestionando las ideas hasta ahora aceptadas, dejando atrás los "viejos dogmas" y olvidando todos los "indicadores tradicionales".

Para Obama la búsqueda de bienes materiales, el progreso económico y la competitividad no son modos reales de medir el éxito individual. Y es que, según el presidente, los norteamericanos nos hemos enamorado de nuestros propios éxitos del pasado, nos hemos adormecido en la complacencia por el brillo de nuestros logros. Nos hemos acostumbrado al título de "superpotencia militar". Nos hemos acostumbrado a nuestro dominio económico en el mundo. Es por eso que Obama animó a esos nuevos estudiantes universitarios recién graduados a que se unan a proyectos y organizaciones sin ánimo de lucro; que dejen atrás los mitos y la falsedad del sistema usado hasta ahora en el capitalista mercado norteamericano. En definitiva, que lo que se deriva del consejo presidencial a estos jóvenes es que el individualismo norteamericano, la iniciativa personal y la competitividad resultan contraproducentes y hasta dañinas para las sociedades. Las viejas fórmulas del pasado de las que habló Obama resultan, para él, ya caducas.

Las afirmaciones de Obama se encuadran perfectamente en su visión del Gran Gobierno, se instalan en el falso buenismo (ese que conocen bien nuestros lectores en España) y apuntan veladamente a ignorar los logros del individuo, marca permanente del excepcionalismo norteamericano. Obama ignora la evidencia de que esas "viejas" fórmulas tradicionales son las mismas que hicieron a Estados Unidos la primera democracia y la mayor potencia mundial Ignora también la innata vena del individualismo en el cuerpo y tejido del mismo pueblo norteamericano, avalado por sus propios documentos fundacionales por los que cada individuo debe buscar la libertad, la felicidad y la prosperidad, incluida la económica. Obama parece no entender que el interés personal y familiar no equivale a egoísmo. Ese insistir de Obama en su discurso sobre una vida desinteresada ante la ganancia económica, aspecto pregonado en su discurso a los cuatro vientos ante los nuevos graduados en la noche de Arizona, choca con la vida misma del nuevo Presidente y de un oscuro pasado de altas ganancias económicas personales y familiares, desde los barrios de Chicago con Tony Rezko hasta su imparable ascensión personal y política en la sucia política de Illinois, trampolín para su posterior lanzamiento hacia la presidencia.

Discursos como éste, tan alejados del sentir común de lo que es la innata conciencia emprendedora norteamericana, muestran el verdadero talante colectivista de Obama y su visión del Gran Estado como ente superior y más importante que el individuo. Se trata de un talante que coincide con las ideas de Nancy Pelosi (la presidenta del Congreso, metida ahora, por cierto, en graves disputas con la CIA) pero que choca frontalmente con el pensar mayoritario y, sobre todo, con las bases conservadoras que defienden el individualismo y el liberalismo económico. Su promesa electoral de que su presidencia iba a transformar los fundamentos de Estados Unidos se está haciendo real, aunque para mal. Eso es precisamente lo que estamos presenciando, desde unos presupuestos económicos que van a crear el mayor déficit de la historia de la nación hasta políticas encaminadas a nacionalizar amplias áreas del sector privado norteamericano.

 

Al llevar adelante todo esto y al pronunciar discursos como el de este miércoles, Obama está logrando hacer algo que le hacía mucha falta al Partido Republicano: unir a sus bases electorales, despertar a los conservadores y llevarlos a lanzar un auténtico debate de ideas. No tenemos hoy espacio para detallar aquí cuáles son esos principios del conservadurismo norteamericano, pero lo haremos en una próxima columna pues el tema merece ser tratado a fondo. De momento, baste decir que el discurso de Obama nos refuerza todavía más a los conservadores norteamericanos en la firme creencia de la importancia de defender sin medias tintas nuestros principios: los mismos que se derivan de los ideales básicos de libertad individual sellados en la Constitución de los Estados Unidos y en la Declaración de Independencia. El mejor modo de hacer frente a esa nefasta transformación y al intento de un cambio radical hacia la socialdemocracia y el Gran Estado que busca Obama es seguir luchando por esos principios conservadores, valores positivos a favor de la libertad, la vida, la propiedad y la búsqueda de la felicidad que arrancan del individuo y no del Gran Estado.

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