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Alberto Benegas Lynch

El coraje de Revel

Se mofa de la condena "a la sociedad liberal apoyándose sobre el maoísmo y el castro-guevarismo, es decir, sobre los bajos fondos de la estupidez declamatoria, las cimas de la incompetencia económica y los pelotones de ejecución del terror de masas".

A cualquier ser humano normal le resulta más fácil y cómodo abstenerse de actuar contra la opinión dominante. Resulta desgastador tener que enfrentar distintos embates en los más diversos ámbitos. Esto es lo que hacía Jean-François Revel con su palabra y con su pluma, prácticamente a diario. Era una persona de coraje que defendía sus convicciones liberales frente a las presiones socialistas que apuntan, en muy diversos planos, a cercenar las libertades de las personas y ponerlas bajo el tutelaje de gobernantes megalómanos que pretenden manejar vidas y haciendas a su arbitrio.

Revel fue socialista. Su conversión al liberalismo se produjo merced a la lectura de autores tales como Frédéric Bastiat, Raymond Aron y Bertrand de Jouvenel, de su país, y una pléyade de pensadores de fuste de muy diversa procedencia. Le fastidiaba sobremanera que se responsabilizara al liberalismo por los errores del socialismo. Así, en el prólogo que escribió para uno de mis libros argumenta que "una de las farsas más jocosas ha sido la imputación de la crisis asiática y del fracaso ruso a los excesos del mercado. Ahora bien, ¿es una economía de mercado la economía rusa donde todos los conglomerados de la red soviética continúan en manos de la antigua nomenklatura siempre en el poder y donde el dinero prestado al gobierno por la banca mundial y el Fondo Monetario Internacional se encuentra depositado en sus tres cuartas partes en bancos privados de Suiza? [...] La economía rusa en lo que se conoce como el post-comunismo no es una economía de mercado, es una economía de mafias salida directamente de las entrañas del comunismo".

Ahora murió este personaje extraordinario que deja escritos treinta libros, miembro de la Academia francesa, receptor de la Legión de Honor, profesor en la Sorbona, editorialista y director de varios periódicos, quien nos deja una herencia magnífica de libertad y responsabilidad individual. A través de sus valientes escritos nos lega armas muy fértiles para la defensa de la sociedad abierta y una sólida argumentación contra el abuso de poder que implican los totalitarismos de cualquier signo.

En su vigoroso ensayo titulado "El renacimiento democrático" se mofa de la condena "a la sociedad liberal apoyándose sobre el maoísmo y el castro-guevarismo, es decir, sobre los bajos fondos de la estupidez declamatoria, las cimas de la incompetencia económica y los pelotones de ejecución del terror de masas". Y en el llamado mundo libre, advierte sobre el peligro de la impostura democrática donde "se pretende, según la tradición de Rousseau y jacobina, que una Asamblea elegida tiene todos los poderes por encarnar la voluntad general y en particular el poder de destruir y reconstruir a su guisa la lista de los derechos del hombre, entonces también la democracia puede llegar a ser una amenaza para las libertades fundamentales".

En días pasados escribí en el diario La Nación de Buenos Aires que en una oportunidad, en el transcurso de un seminario en Murcia, salimos con Revel a caminar por las pintorescas callecitas de aquella ciudad y le pregunté cuáles habían sido los temas centrales que hicieron que se produjera su tránsito a posturas liberales. Me respondió que lo había desilusionado la manía y los fracasos del redistribucionismo y la manifiesta incomprensión de las ventajas de los mercados abiertos y competitivos, especialmente para atender las necesidades de los más débiles.

Puede sintetizarse su preocupación medular a través de una idea que aparece en el libro-diálogo que escribió junto a su hijo, el monje budista: "La idea directriz del Siglo de las Luces y más tarde del socialismo ‘científico’ de Marx y Lenin es, en efecto, que la alianza de la felicidad y la justicia ya no pasaría, en el futuro, por una indagación individual de la sabiduría [...] La salvación personal se encuentra desde entonces subordinada a la salvación colectiva, [...] esta ilusión [es la] madre de los totalitarismos que han devastado nuestro siglo XX".

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