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Alberto Gómez

Zapaterismo para rato

La derecha, sobre todo la política, solo mantiene diferencias de grado con la izquierda, porque en el fondo está de acuerdo, aunque ello le cause repugnancia.

Con medidas como la ley de eutanasia o la ley de igualdad de trato, el PSOE profundiza en el nuevo socialismo radical con vocación totalitaria. No nos engañemos. Esto no es cosa de ZP, sino del PSOE y, en general, de toda la izquierda occidental. Si antes el control de la economía era el medio indirecto para conseguir el nuevo hombre, ahora intentan conseguirlo tomando el control de todo lo demás. Marx, al fin y al cabo, era un gradualista moderado al lado de estos artistas del decreto ley.

Y ante este ataque a la libertad individual, ¿cómo es que no se desencadena una revuelta social? Es fácil de entender. Esta izquierda es la consecuencia lógica de lo que la mayoría de la gente cree ahora mismo, incluida la que se considera de derechas. Si pensamos que no somos distintos al nacer y que todo es producto de la educación; si nos empeñamos en creer (¡desde hace tres siglos!) que en la próxima década ya no habrá recursos para todos; si pensamos que es legítimo que las mayorías sacrifiquen individuos por el bien común; si pensamos que los "valores" son arbitrarios y personales y los "hechos", incontestables; si asumimos que todo esto no son prejuicios, sino verdades científicas... entonces no nos podemos oponer al aborto, a la liquidación de ancianos y a una exquisita representación paritaria en todos los ámbitos; no nos podemos oponer al feminismo y a la promoción de la homosexualidad o de cualquier medida anti-natalista.

La derecha, sobre todo la política, solo mantiene diferencias de grado con la izquierda, porque en el fondo está de acuerdo, aunque ello le cause repugnancia. Por eso, la ausencia de argumentos contra la izquierda no es táctica, es una realidad. Todo lo que hace la derecha es meter la cabeza bajo el ala e ilusionarse con que son cosas de ZP. Pero todo esto es un desastre; no porque los principios sean falsos, que lo son, sino porque sus consecuencias van contra las más elementales reglas de supervivencia: impedir directamente –o indirectamente, con medidas de igualdad– que existan nuevas generaciones por una supuesta falta de recursos futura es hacer como las culturas precolombinas cuando sacrificaban a sus jóvenes para suplicar a los dioses una buena cosecha al año siguiente.

No es extraño que los fanáticos se dediquen a atacar por todos los medios a disciplinas como la psicología evolucionistay a los diversos mecanismos de innovación –como la libre competencia– que desenmascaran o hacen irrelevantes esas creencias –en muchos casos atávicas– que buscan el retorno al mundo estático y totalitario de la tribu.

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