Todo indica que en el eterno contencioso de Gibraltar está cambiando algo porque:
1) El tono de los británicos es de componenda y buenas palabras. No es nuevo, pero algunas frases demuestran que, además de la retórica al uso, hay algo más: el gobierno de Londres está harto de esa Roca ingrata poblada por energúmenos que impiden unas relaciones más intensas y mutuamente productivas con España. Tampoco esto es nuevo pero el tono podría indicar que las negociaciones o el “proceso” van mas allá de las cortesías palaciegas.
2) Los llanitos (pobladores de Gibraltar) están que bufan con Blair, su ministro de Exteriores Straw y el Secretario de Estado, Hain, a quienes empiezan a insultar sin medida ni razón aparente. Caruana acaba de advertir que no participará en la reunión hispano-británica de Barcelona el próximo día 20 porque no le dejan actuar en solitario y en calidad de “tercera parte” (hasta el momento había dos, España y Gran Bretaña). Pide demasiado, pide lo imposible. Y lo que no puede ser, no puede ser y además...
3) Todas las fuerzas políticas británicas están de acuerdo en que Gibraltar no podrá cambiar de statu quo sin la aquiescencia de sus habitantes. Pero eso es decir muy poco: nada nuevo ni novedoso. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. El gran juego está en saber si el gobierno laborista está dispuesto a darle un palmetazo a Caruana y recordarle quién manda en la colonia.
4) Ambas partes, España y el Reino Unido parecen haber logrado un acuerdo sobre “asuntos concretos”, es decir, temas de la vida cotidiana que afectan a los llanitos y a los campogibraltareños: libre circulación de personas, mercancías y servicios (¡adios verja, adios!), utilización conjunta del aeropuerto, etc. Los talibanes gibraltareños no podrán eternizarse en su pataleta y en su negativa de no hablar, no mirar, no oír: la teoría de los tres monos. Monos sobran en el Peñón.
5) Ni Blair ni Aznar pueden darse el lujo de amagar y no dar, máxime cuando al sur de Gibraltar, a España acaba de salirle una verruga vírica cuya eliminación se anuncia difícil.
Todo indica, en efecto, que algo está cambiando pero no sabemos qué. ¿Lo sabremos pronto? Tal vez. Mientras tanto, no se hagan demasiadas ilusiones. El contencioso ha sido en el pasado un semillero de decepciones y rencores.
En Opinión
Servicios
- Radarbot
- Libro