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Alberto Míguez

Aparta de mi el submarino, Tony

La que se anunciaba como una alegre reunión entre compadres (querido Tony, querido José) puede convertirse en una ácida controversia entre los señores Aznar y Blair, antaño cuates en Doñana. A causa del maldito submarino “Tireless” aparcado desde hace meses en la rada de Gibraltar, ante el cabreo de llanitos y campogibraltareños.

La sonrisa del régimen, José Piqué, junto con sus compañeros de gabinete, ocuparon las últimas semanas en convencer al personal de que el submarino no constituía peligro alguno y que las serias informaciones ofrecidas al Ejecutivo por sus espías paraguayos demostraban la inocuidad del navío para la salud pública.

Ahora resulta que las tales informaciones no eran tales y que Piqué estaba tan mal informado al respecto como el último alcalde pedáneo de la sierra de Aracena. Lo acaba de reconocer en una misiva a su colega británico convenientemente filtrada a la prensa adicta.

La última charlotada gubernamental consistente en argüir que llueve cuando orinan desde las alturas del trono de San Jorge, no tiene perdón de Dios ni de los andaluces, sean gibraltareños o linenses. Es tarde para lamentarse: la diplomacia del aznarato se basa, precisamente, en bajarse los pantalones ante la pérfida Albión o el moro vecino con una sonrisa gioconda y arguyendo urgencias fisiológicas indeclinables. Puro disimulo.

Durante la visita que dentro de unas horas hará el querido Tony a la Moncloa, su anfitrión no tendrá más remedio que preguntarle por el submarino amarillo de Gibraltar y, de paso, sugerirle que lo repare en Malta o en Ibiza, al lado del yate de Matutes. Tony, llévate el submarino.

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