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Alberto Míguez

"Carlitos" y el bulldog

Lo que pase este domingo en Argentina debería ser el fin de un capítulo siniestro en la historia del país. Eso al menos piensan los optimistas. Pero todo el mundo sabe, y sobre todo en Argentina, que un optimista es un pesimista mal informado; de modo que, por aquello de las dudas hay que ponerse en lo peor. Y lo peor sería que la segunda vuelta se la disputaran dos peronistas, Carlos Saúl Menem y Néstor Kichner. O Kichner y Rodríguez Saá. Algo así como escoger entre el cólera morbo y la neumonía atípica. O entre el sida y la hepatitis C.

Lo más asombroso de esta elección es que la opinión pública o publicada, que no es igual, llega a ella sola, fané y escangallada, como en el tango de marras. Un querido amigo que vive en aquellas tierras me decía días pasados: ojalá gane “Carlitos” (Menem) aunque él sabe mejor que nadie hasta qué punto lo sucedido en los últimos dos años en su país es parte de la herencia sombría del “turco” (Menem es de origen sirio o palestino) y sus compadres, versión porteña de Alí Babá y los ochocientos mil ladrones.

Tal vez mi amigo crea que en algunos momentos y ciertos países, entre ellos el suyo, cuanto peor mejor. Sería terrible que acertase y que los argentinos terminasen por llevar hasta la Casa Rosada el 18 de mayor próximo (segunda vuelta) al causante remoto o próximo de sus males. Ya se sabe que los pueblos tienen pésima memoria y de vez en cuando son masoquistas, de modo que no cunda el pánico.

Y sin embargo no todo es color de hormiga en las orillas del Plata. Uno de los candidatos, el ex radical Ricardo Lopez Murphy, más conocido como el “bulldog” por su parecido físico con el perro de presa, ha ido subiendo en intención de voto hasta situarse al mismo nivel que Menem: un 21por ciento, lo que probablemente le permitirá disputar la segunda vuelta a cualquiera de los tres peronistas que se presentan.

El “bulldog” fue un discreto ministro de Defensa con el ex presidente Fernando de la Rúa y tiene ideas sensatas sobre cómo sacar a su país del hondón en que se encuentra: lucha contra el déficit y la corrupción, privatización, reducción de impuestos, etc. A estas ideas simples en Argentina algunos las denominan “neoliberales” y ya se sabe que, ahora como antaño para los Pontífices de Roma, el liberalismo es pecado y a los liberales conviene fusilarlos al amanecer antes de que modernicen y adecenten el país. Ya lo decía Franco: el laxismo liberal.

López Murphy ha fundado un partido con un nombre espantoso (“Recrear el Crecimiento”) que roza la cacofonía y la simpleza. Pese a todo, es la única alternativa seria y decente con la que los electores se toparán dentro de unas horas. Lo demás es locura, griterío, populismo y malos presagios.

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