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Alberto Míguez

Chirac naufraga, Raffarin se hunde y Le Pen se ríe

La izquierda barrió en Francia a una derecha incompetente y arrogante en la segunda vuelta de las elecciones regionales. Desde 1980 conservadores y centristas no habían recibido un varapalo tan severo que alcanza a personalidades tan significativas como el ex presidente Giscard d’Estaing (derrotado en su feudo de Auvergne), Jean-François Coppé (ministro portavoz del Gobierno) o el propio Jean Pierre Raffarin, primer ministro, hundido “por procuración”: su candidata fue laminada en Poitou-Charantes por la socialista Segolene Royal, esposa del secretario general socialista, François Hollande.
 
Pero quien de verdad perdió estas elecciones fue Jacques Chirac, el presidente de la República llegado al Palacio del Elíseo en abril del 2002 gracias a un juego de manos indigno, cuando apareció como el único candidato capaz de evitarle a Francia “un baño de sangre” (sic) con la llegada de la extrema derecha al poder, algo tan improbable como imaginario. Los franceses se tragaron alegremente la trola y ahora lo pagan.
 
Las elecciones de este domingo constituyen para la izquierda gala, desnortada y desmoralizada, una bocanada de oxígeno con vistas a 2007 (elecciones presidenciales) y muy pronto para las elecciones europeas (junio próximo). Los más optimistas creen que la victoria facilitará la unidad de las llamadas “fuerzas progresistas”, que andaban a la greña desde hace dos años.
 
Las primeras reacciones de la derecha gaullista y centrista (UMP y UDF) tras conocerse los resultados son preocupantes: los franceses no han entendido nuestras reformas, reformar en Francia es una misión imposible, dijeron los tenores de la actual mayoría. Sólo algunos reconocieron (François Bayrou) que se había producido una ruptura entre el pueblo y sus gobernantes. Y que obviamente el presidente de la República debería reaccionar y asumir sus responsabilidades. ¿Cómo? Tal vez designando un nuevo primer ministro o cambiando algunos ministros, especialmente erosionados por un clima social tenso y grisáceo, tales como los titulares de Educación, Salud, Investigación Científica, Asuntos Sociales o Finanzas.
 
Pero en esta ocasión el número de aspirantes a la jefatura del gobierno es bastante reducido: Nicolas Sarkozy (ministro del Interior) y Dominique Villepin (ministro de Exteriores) hace tiempo que hacen cola aunque, eso sí, con la muerte en el alma, porque encargarse ahora de ese buque fantasma en que se ha convertido Francia no es precisamente una sinecura.
 
En cuanto a la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, el gran botarate parafascista y dirigente máximo del Frente Nacional prefirió este domingo reírse a carcajadas de la derecha humillada y derrotada e insultar de paso a la izquierda exultante. La noche no estaba para risas porque el Frente perdió también algunos puntos y, sobre todo, no pudo ganar en Marsella, la ciudad mestiza tan ambicionada como esquiva. Como los extremos se tocan, trotskistas, comunistas y demás tropa estaban risueños: el triunfo de la izquierda socialista y ecologista les importa, en realidad, un higo.

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