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Alberto Míguez

Demasiadas ambigüedades, algún disparate

Los anteproyectos de la ley sobre la creación de un nuevo o reformado servicio de inteligencia y su control judicial que el Gobierno aprobó el pasado viernes deberán ser sometidos ahora a los Consejos de Estado y del Poder Judicial. Y posteriormente, a la discusión y análisis parlamentario.

Sería bueno que tras tales análisis aclararan algunos aspectos que resultan, como mínimo, preocupantes. Por ejemplo, el nuevo servicio o Centro (su denominación de Centro Nacional de Inteligencia es idéntica a la de la antigua policía política de Pinochet) seguirá adscrito al ministerio de Defensa como su antecesor, el CESID, de triste recuerdo.

El ministro de defensa dio el viernes una explicación surrealista de tal adscripción a su departamento como el resultado de lo sucedido en Nueva York y Washington el 11 de septiembre. La relación entre una cosa y otra es sencillamente peregrina si el señor Trillo no la explica un poco más.

También resulta preocupante la ambigüedad de los proyectos sobre quién será el responsable político directo del nuevo servicio, si el vicepresidente primero del Gobierno, el ministro de Defensa o el director con categoría de Secretario de Estado, el ex embajador Jorge Dezcallar. O, dicho en otras palabras, quién debe responder ante las Cámaras y la opinión pública. Se corre el peligro de que esta ambigüedad lleve a la irresponsabilidad o a la ineficiencia. No sería la primera vez.

En cuanto a algunos aspectos de los procedimientos para obtener información por parte de los agentes del nuevo servicio (permiso judicial de un magistrado “ad hoc”con 72 horas de antelación) además de absurdos rozan la astracanada. Pero tiempo habrá de hablar sobre este nuevo Centro, sus funcionarios y el papel de los servicios de inteligencia en un mundo cada vez más inseguro y amenazado. Hoy cabe felicitarse simplemente con el entierro discreto del CESID, un organismo desacreditado y peligroso. Que descanse en paz y hasta nunca.

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