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Alberto Míguez

El hijo del dictador

Martín Torrijos, hijo natural del general Omar Torrijos, economista de 40 años, podría convertirse dentro de unas horas en nuevo presidente de Panamá si es que las fuerzas democráticas y moderadas, escindidas y a la greña, no lo impiden.
 
Torrijos es el candidato del Partido Revolucionario Democrático que su padre antes de morir en accidente de avión (una muerte sin aclarar) intentaba convertir en partido único, algo que hizo después uno de sus colaboradores, el narcotraficante general Noriega. Con él llegó el desastre. Frente a Torrijos, otros dos candidatos del centro y la derecha disputan la presidencia: Guillermo Endara, ex presidente (candidato del Partido Solidaridad) y José Miguel Alemán (ex ministro de Asuntos Exteriores con la actual presidenta, Mireya Moscoso) del Partido Arnulfista, vaya nombre.
 
Martín Torrijos se presenta como el heredero político e “intelectual” (es un decir) de su padre el general, amigo y cómplice de Felipe González y Carlos Andrés Pérez. El “general” fue un desastre como gobernante, introdujo en la vida política panameña los usos y costumbres que desembocarían en la cleptocracia de Noriega y que el país todavía arrastra. Pero su imagen sigue siendo atractiva y generando esperanzas entre los más pobres de un país potencialmente rico.
 
Panamá es hoy uno de los países más corruptos de Iberoamérica, lo que ya es decir. Y donde la desigualdad, el delito y la inmoralidad pública alcanzan cimas difícilmente superables en el Tercer Mundo. La “señora presidenta” Mireya Moscoso, viuda del patriarca Arnulfo Arias (a don Arnulfo le gustaban las “lolitas”, susurran todavía sus fieles) no hizo sino durante estos cinco años que apuntalar este estado de cosas aunque, eso sí, los índices macroeconómicos sean apreciables (un siete por ciento de crecimiento en los últimos diez meses) y el monocultivo del país, es decir, el Canal, funcione regularmente aunque haya en el futuro encontrar fondos para ampliarlo y modernizarlo. Los panameños se ufanan de que el Canal marche sin los “gringos”.
 
Contra la corrupción publica y privada, la desigualdad y el despilfarro, se levantó precisamente la candidatura de Martín Torrijos, un muchacho bien intencionado y un tanto inocente. Estuvo en Madrid hace unos años, desayunamos en el Palace y me dio una buena impresión aunque quienes lo rodeaban fuesen viejos tiburones del régimen de su papá. Intentaba Martín vender decencia y sensatez en contra de una clase política detestada y detestable. Mireya Moscoso, envuelta en el sudario de Don Arnulfo, ganó entonces las elecciones. Ahora vuelve el hijo del general con su dosis de ingenuidad y buenas intenciones, algo que en política no suele dar resultados. Reivindica la herencia populista y popular de su padre, el hombre que “reconquistó” con la ayuda de Carter el Canal. Si gana, se abrirá con él una nueva etapa en la vida política del país. Si es alguno de sus oponentes, no caben sorpresas.

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