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Alberto Míguez

El padre de todas las derrotas

No está nada claro que la preeminencia de las elecciones presidenciales, consagrada por el Tribunal Constitucional francés, facilite la victoria del primer ministro Lionel Jospin, cuya popularidad es ligeramente inferior a la del presidente de la República, Jacques Chirac, salvo que esa derecha sin remedio que es la francesa haga alguna de las suyas, como pasó en la “batalla de Paris” donde fue derrotada por presentarse desunida, fragmentada y corrupta. Y la responsabilidad de esta derrota fue enteramente de Jacques Chirac. Como lo fue la disolución anticipada de las Cámaras que dio la victoria al complejo social-comunista que ahí sigue.

Chirac tiene una inmensa capacidad para destruir lo que había construido con esfuerzos y laboriosidad durante muchos años. La derecha desunida es un producto del “chiraquismo”. En eso se parece bastante a Fraga Iribarne. En eso, y en ciertos rasgos de carácter. Es autoritario, pasional, agresivo y... populista. Cuando cree que alguien de su familia política (neogaullista, liberal, democristiano o conservador) saca los pies del tiesto, dispara fuego graneado contra el individuo hasta que lo destroza e inhabilita. Eso fue lo que pasó, por ejemplo, con François Leotard, una de las figuras más respetadas de la derecha francesa que ahora juega al tenis en la Costa Azul. Es lo que puede suceder también con François Bayrut, cuya candidatura a la presidencia es cosa hecha.

Chirac tiene una ilimitada capacidad de fragmentación del centro-derecha. Pero sólo reunificándolo de nuevo con vistas a las elecciones de la primavera del 2002, podrá vencer a Jospin. Las últimas elecciones municipales han demostrado que el pueblo francés es conservador o centrista, pero que asimila mal las rencillas miserables de la clase política. Nada excluye que esta clase política vuelva a escindirse con vistas a las presidenciales. Al revés de lo que sucede con Jospin, que no tiene ni competidores ni oponentes en la izquierda.

Muchos temen que la “batalla de Paris” (o la de Lyon, que fue semejante) vuelva a reproducirse en las presidenciales próximas. Y nadie excluye que el “gran escándalo” por el que Chirac está siendo convocado por jueces y fiscales, termine estallando y arrastrando al presidente a otra derrota. Si así fuera, en Francia habría izquierda hasta mediados de siglo.

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