Menú
Alberto Míguez

Entre los uzbekos y Pakistan

El alto mando norteamericano duda. No sabe si facilitar el acceso de la llamada Alianza del Norte –formada principalmente por uzbecos, tayikos y azaras– a Kabul o esperar a que las cosas estén maduras y el régimen de los talibanes se cueza en sus propias contradicciones.

Pakistán ha pedido una sola cosa al Secretario de Estado norteamericano durante su reciente visita a Islamabad: que el próximo gobierno afgano no le sea hostil y que se integren en el mismo ciertos jefes pasthunes, próximos a los talibanes moderados, en caso de que existan, algo que está por ver. Lo que el general Musharraf quiere es un régimen relativamente benévolo y poco beligerante con su país tras muchos años de haber protegido a los talibanes y haber organizado sus ejércitos.

A Washington le apetecería más un régimen de amplia coalición bajo la férula del rey Zaher, exiliado en Roma y que tiene una provecta edad (86 años). Todo el mundo sabe, sin embargo, que un régimen de estas características conduciría directamente a una nueva guerra civil (la historia de Afganistán es una perpetua guerra de todos contra todos) y eventualmente a una vuelta de los más fanáticos y rencorosos dirigentes tribales. Los días pasan y se aproxima el invierno, de modo que el plazo que tienen los Estados Unidos para poner en marcha un régimen basado en una victoria total e irreversible es muy limitado.

Todo indica que los talibanes están exhaustos pero todo indica también que las otras tribus dela Alianza o coalición del Norte carecen de líderes capaces de gobernar un país destruido, por mucha ayuda internacional que llegue. La eventualidad de que los marines o los comandos USA lleguen con la bandera desplegada a Kabul tras haber hecho cisco a los talibanes es cada vez más remota. Pero lo cierto es que los dos objetivos diseñados por el Pentágono (localizar y abatir a Ben Laden y acabar con el régimen de los talibanes) siguen siendo un piadoso recuerdo.

Temas

En Opinión