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Alberto Míguez

Guinea Ecuatorial: petróleo y corrupción

Poco a poco empezamos a conocer en qué consiste la nueva política exterior imaginada por el ministro Piqué y su adjunto, Miquel Nadal. Aunque para nada hayan servido las comparecencias de los secretarios de Estado para explicar “en sede parlamentaria” el Plan de Accion Exterior y de los grandes expresos europeos (más de lo mismo, buenas palabras y malas digestiones), algunos indicios empiezan a desvelar el secreto del Polichinela catalanista. Por ejemplo, la nueva estrategia para normalizar las relaciones con Guinea Ecuatorial.

En las próximas semanas José María Aznar visitará la ex colonia, según la última Hoja Informativa de Asodegue (Asociación para la Solidaridad Democrática con Guinea Ecuatorial) que por lo general ofrece interesantísimas informaciones sobre la dictadura del ex sargento (hoy generalísimo) Teodoro Obiang. La visita tendrá lugar con toda seguridad -leemos en la Hoja- después de la fiesta nacional guineana que, como es sabido, se celebra el 12 de octubre (reminiscencias del franquista Dia de la Raza en un país “black”). Cabe la posibilidad de que una importante delegación española se desplace a Guinea por esas fechas para preparar la visita del presidente.

Todo indica, en efecto, que las relaciones entre los gobiernos español y guineano han entrado en una nueva fase tras la visita a Malabo, el pasado 3 de agosto, de una alto cargo de la presidencia española y la reciente entrevista Obiang-Aznar en Naciones Unidas sobre la que se ofreció escasa y superficial información.

El alto cargo de la presidencia que se trasladó a Malabo no es otro que Ramón Gil-Casares, nada menos que asesor para Asuntos Internacionales de Aznar y compañero de colegio del presidente, una dignidad de enorme trascendencia en la nomenklatura aznarista, acordaos de Villalonga.

Guinea Ecuatorial no es ya uno de los países más pobres del mundo gracias al petróleo descubierto -y ahora explotado- por los americanos en las “cuadrículas” donde Hispanoil no encontró ni una gota durante veinte años, todo un éxito.

Pero sigue siendo una de las dictaduras más feroces, corruptas y violentas de Africa. Obiang es un tirano arbitrario y cruel, un déspota sin escrúpulos que eliminó a sus oponentes mandándolos ejecutar o exiliándolos. En España hay más o menos cincuenta mil guineanos (porcentaje enorme para una población de trescientas mil personas aproximadamente: no están contados), emigrantes políticos y económicos que esperan desde hace años que los gobiernos democráticos les ayuden presionando a Obiang y a sus compadres para que se respeten, al menos mínimamente, los derechos humanos.

En vano: ni con los sucesivos gobiernos socialistas ni, por supuesto, con el Partido Popular se logró que la dictadura de Obiang se regenerara. Y ahora, con el petróleo, será mucho más difícil. Asodegue sugiere que la “reconciliación hispano-guineana” tiene un objetivo muy concreto aunque tal vez menos confesable: que REPSOL participe en la explotación petrolífera en este “Kuwait africano” como algunos denominan ya a la finca de Obiang.
Si ése fuera el verdadero objetivo del próximo viaje de Aznar y el posterior del Príncipe de Asturias, que también se prepara, serviría al menos para orientarse, sin recurrir al cotorreo de secretarios de Estado y demás fauna, en qué consiste la nueva diplomacia del gobierno.

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