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Alberto Míguez

¿Hay que apoyar a Turquía en el camino hacia Europa?

Los gravísimos actos terroristas producidos en Estambul días pasados contra dos sinagogas, el consulado británico y un banco, obligan sin duda a replantear la idoneidad de este país para formar parte en el futuro de la UE, un camino que para algunos es irreversible. Pero en la actual fase de la construcción europea, nada es irreversible ni, mucho menos, intocable.
 
La pregunta que se hacen algunos en Europa es si un país gobernado por un partido islamista moderado (¿hay un islamismo moderado?) con una población mayoritariamente musulmana y muy devota pero con una Constitución y unas fuerzas armadas decididamente laicas, tiene sitio en el proyecto europeo que a trancas y barrancas se está construyendo. Varios países europeos tienen graves problemas de convivencia e integración con la emigración turca (pienso en Alemania pero también en Francia, Bélgica, Holanda y otros estados) pero no solamente con los originarios del antiguo imperio otomano, también con otros procedentes de los países del Magreb.
 
Abrirle la puerta Turquía obviando ciertas condiciones previas sería en las actuales circunstancias una locura. Pero mal que bien estas “condiciones previas” están siendo cumplidas: la pena de muerte ha sido prácticamente abolida y otros aspectos de la vida cotidiana relacionados con la ortodoxia musulmana —exigencia del velo a las mujeres en zonas públicas, etc— pueden ir diluyéndose sin generar terremoto social o cultural alguno. Basta que exista voluntad política por parte del gobierno. El argumento que utilizan otros es de orden estratégico-moral: si ahora se vuelve a cerrar la puerta de la UE a Turquía tras haberla entreabierto levemente, ¿no se estará precisamente promoviendo lo que se debería evitar, es decir un tipo de fundamentalismo anti-occidental y antieuropeo, fruto del resentimiento y el fanatismo? El remedio, dicen, puede ser peor que la enfermedad. Es ahora precisamente cuando los demócratas laicos turcos necesitan el apoyo de las democracias europeas tras tantos años de soledad.
 
La lucha contra el terrorismo debe ser global y sólo partiendo de esa premisa se lograran resultados. Quienes golpearon el 11 de septiembre en Nueva York son los mismos que asesinaron en Estambul hace unos días. Y el sustrato religioso o cultural no tiene nada que ver este tipo de actos vandálicos y criminales. Un día actúan en Casablanca (¿no habíamos quedado en que el Islam marroquí era el mas “liberal” del Mediterráneo?), otro en Bagdad y otro en Bali. En las actuales circunstancias no hay suficientes datos ni experiencia para pronunciarse claramente sobre la idoneidad de Turquía en la Europa que viene. Pero la discusión y la reflexión deben iniciarse: sin prisa ni pasión. Hasta ahora está pendiente y todo se jugó entre eurócratas y burócratas en Bruselas.
 
Los gobernantes turcos saben muy bien que Europa es, además de un proyecto en construcción, un acerbo de ideas y una cultura para la convivencia de civilizaciones. Y esto exige honrar los compromisos asumidos y las alianzas contraídas. El actual gobierno turco, ¿es capaz de cumplir con estos compromisos y hacer honor a sus alianzas aunque daten de 1949 y los aliados se encuentren al otro lado del Atlántico? La reflexión debe empezar precisamente ahí.

 

 

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