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Alberto Míguez

Israel, situación desesperada

En una interesante entrevista con el escritor y periodista francés Patrick Wajsman publicada este fin de semana en Le Figaro Magazine, Ariel Sharon dijo algo que, además de verdad, tiene bastante miga: “soy un especialista en situaciones desesperadas”. Dos días antes de que se abran los comicios en Israel, la situación si no es desesperada, se parece muchísimo.

Las encuestas coinciden en dar a Sharon como ganador. Y aunque en Israel las veleidades del electorado son conocidas (todo puede bascular en medio día, dicen) pocos apuestan un centavo por Barak. Los extremistas de ambos campos parecen decididos a cavar la fosa del todavía primer ministro. Los partidos religiosos ultraortodoxos han lanzado la consigna clarísima de votar al general de la guerra del Líbano, los árabes israelíes (un millón de personas, casi nada) están dispuestos a desertar en masa de la causa laborista que en otras épocas abrazaron como símbolo de esperanza por una paz que no llegó. Y por si faltase algo, Al Fatah (la organización de Arafat, no lo olvidemos) proclamó una Jornada de la Ira para el mismo martes, cuando los israelíes estén votando, de modo que mientras muchos depositen sus sufragios las armas y la pedradas resonarán al unísono. Peor escenario, imposible.

Todos juntos en unión, extremistas e integristas de ambos campos parecen dispuestos a que Sharon dirija la política israelí en los próximos años. ¿Cómo se denomina esto, autoinmolación o autosodomía?

Sharon, en su conversación con Wajsman, dijo también algo que no puede pasar desapercibido: “los árabes (léase, los palestinos) me conocen bien y saben que nunca los humillé y que nunca les mentí. Me respetan y yo los respeto”. Y añadió: “unos y otros (israelíes y palestinos) podemos cohabitar porque no hay otra solución”. Sharon quiere alcanzar el poder sin ambigüedades ni disimulos. El Estado palestino debe estar desmilitarizado (¿qué hacer con la policía que Arafat puso en pie gracias a los acuerdos de Oslo, suprimirla, disolverla, laminarla?) y previamente, su proclamación debe ser objeto de un acuerdo por ambas partes, no el resultado de una decisión unilateral.

Y no habrá negociaciones “bajo el fuego”, es decir, nada de reuniones en el último momento mientras se entierran víctimas en ambos campos y crepitan las armas. ¡Ah! Y nada de andar negociando eternamente: si se alcanza un acuerdo será para siempre, no para el mes siguiente.

Algunos creen que este rudo centurión, Sharon, tiene más posibilidades de alcanzar un acuerdo con los palestinos de Arafat que Barak y sus laboristas pacifistas. La historia demuestra que fueron precisamente los más radicales y conservadores líderes israelíes los que consiguieron avances verdaderamente significativos en el proceso de paz. Siempre que se habla de este tema se recuerda a Begin (y también a Sadat: uno y otro).

Sharon confía en que pueda repetirse la suerte. Pero las condiciones en el interior de los territorios palestinos son muy diferentes. Y la situación en las vecindades árabes de Israel (Siria, Jordania, Egipto, Líbano) se parece poco a la que prevalecía entonces. Añadamos a ello que la nueva Administración norteamericana no ha entrado todavía en funciones y que carece de un proyecto claro con respecto a Oriente Medio: deberán pasar algunos meses antes de que conozcamos con seguridad qué quieren hacer Bush y Powell exactamente allí.

Sin dramatizar, la situación no podía ser peor y más peligrosa pero ¿no acaba de decir Sharon que es experto en situaciones desesperadas? Pues que lo demuestre...

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