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Alberto Míguez

La dignidad de un padre

Habrán de pasar muchos años seguramente antes de que podamos asistir a un ejemplo de dignidad, sentido común y decencia como el ofrecido por el padre del sargento Antonio Bernal, asesinado en Bagdad por un grupo terrorista y no, como algunos sugirieron, por “resistentes” a la ocupación americana.

Las declaraciones de este capitán de aviación retirado sobre el asesinato de su hijo horas después de haber conocido la noticia son un ejemplo en un país donde el terrorismo suele asumirse con meliflua perplejidad y donde la guerra de Irak ha servido igual para un roto que para un descosido. El capitán Bernal no cayó en la trampa de convertir su tragedia y la de su familia en un proceso de intenciones y reivindicaciones como han hecho otros hace poco tiempo.

Mi hijo murió cumpliendo con su deber y estaba donde tenía que estar y dónde quería estar, dijo este caballero sin disimular la tristeza pero sin derramar ni una lágrima. La procesión, dijo, va por dentro. No hubo un sólo reproche ni al Gobierno, ni al CNI, ni a las Fuerzas Armadas, ni por supuesto a las “fuerzas de ocupación”. Y para que no quedase duda alguna advirtió a quienes suelen utilizar estos asuntos que no se colocaran detrás de una pancarta.

Ojalá este ejemplo cunda. Ojalá en casos semejantes el crimen no se convierta en pretexto para defender los más fútiles y mínimos intereses. ¿Será posible?