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Alberto Míguez

La "foxifiesta"

Hay vecinos distantes y amables, los hay próximos e incómodos: los españoles sabemos de eso, verbigracia, Alemania y Marruecos. Canadá es un hermano de sangre y lengua que los USA cuidan con bastante mimo y respeto, México es un vecino hirsuto y levantisco al que de vez en cuando suministran jarabe de palo. Hay 18 millones de americanos de origen mexicano, “chicanos”, y dos millones y medio más, de pura cepa azteca, pero ilegales, los más pobres de los pobres.

Hay también una barrera fronteriza que los espaldas mojadas intentan atravesar cada noche. Hay un narcopoder fronterizo tan subterráneo como potente que los dos Estados, dicen, quieren exterminar con extradiciones y mucha “idea”. Será difícil que lo logren pero están en ello.

Bush acaba de decir que los vecinos débiles exportan sus problemas y los fuertes, sus bienes y su prosperidad. México es todo menos un vecino débil: tiene vitalidad para dar y regalar. Pero Estados Unidos es demasiado poderoso y próspero. La historia demuestra que su poder resulta, a veces, apabullante y excesivo.

Dos hombre nuevos rigen los destinos de los dos vecinos incómodos y quieren abrir una nueva etapa en las relaciones. Es lógico, es deseable pero ¿es posible? Disfrazados de granjeros “estilo western”, Fox y Bush quieren neutralizar la caja de los truenos: es la “foxifiesta”, comida tex-mex, botas camperas y foto de familia con genuino sabor americano.

“Algunos miran hacia el Sur y sólo ven problemas” declaro Bush hace unos días. “Yo sólo veo oportunidades”, ajustó. ¿Será verdad tanta belleza?