Menú
Alberto Míguez

La lenta agonía de Chávez

Aunque probablemente tampoco esta cuarta huelga general hará caer a Hugo Chávez, ni le obligará a convocar elecciones anticipadas como pide la oposición democrática unida o reunida, no cabe duda de que la cuenta atrás ha comenzado para esta extravagante satrapía bananera que se desliza hacia una simple y llana dictadura militar con sus bandas de la porra, milicias policiales, corruptelas, corrupciones y crímenes disimulados.

Desde que en 1998 Chávez fue elegido presidente de la República, su popularidad ha ido erosionándose hasta extremos inéditos. Según la empresa Datos, en julio de 2001 un 56% de los ciudadanos aprobaba su gestión. Hoy la cifra se ha rebajado al 26%. La caída en picado de la economía venezolana es también espectacular: la inflación alcanzará este año que ahora termina el 30%, el porcentaje de desempleados roza el 17% y en los últimos meses se calcula que salieron del país entre cuatro y cinco mil millones de dólares. La marginación, la delincuencia, la violencia urbana y la corrupción administrativa alcanzaron cotas inéditas los mismo que los excesos de las “milicias bolivarianas”, bandas de marginales y delincuentes utilizados por el régimen para romper manifestaciones, reuniones políticas y huelgas de la oposición democrática.

Chávez ha tenido la dudosa habilidad de enfrentarse a todas las fuerzas vivas de la sociedad venezolana en un tiempo record: la Iglesia católica, el empresariado, los sindicatos, los medios de comunicación, etc.

Todos los intentos de mediar entre el pintoresco ex militar y sus oponentes para evitar una guerra civil han fracasado. El secretario general de la OEA viajó en varias ocasiones a Caracas para convencer a Chávez que convocara elecciones antes de que la situación se degradase hasta extremos irreversibles. En vano. Ni el “comandante” ni sus sargentos parecen dispuestos a abandonar el poder y las regalías adyacentes.

La oposición duda entre trasladar su descontento a la calle –lo hizo ya en el pasado con resultados trágicos– y erosionar la voluntad del tirano mediante huelgas generales, paros empresariales, plantes y manifestaciones. Todo esto tiene un alto coste social y económico que paga la población y podría conducir a un callejón sin salida.

Chávez sigue convencido de que cuenta con el apoyo incondicional del pueblo y que sus oponentes son apenas marionetas de la oligarquía local y del imperialismo internacional. No le cabe en la cabeza que sus errores, disparates, incontinencias y caprichos hayan conducido al país al caos y el enfrentamiento. Todo indica que está dispuesto a encerrarse en el Palacio presidencial aunque caigan chuzos y el país estalle en mil pedazos. Se anuncia una lenta agonía.

En Opinión