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Alberto Míguez

La visita más difícil de "Curro"

El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, viajó este lunes a Argel en lo que constituye sin duda la visita más difícil de cuantas ha realizado hasta ahora en su nuevo cargo. No fue fácil, desde luego, el viaje a Washington para explicar la retirada de Irak pero el asunto estaba ya decidido y la Administración americana sabía que poco o nada podría hacer el ministro.
 
En Argel las cosas serán obligatoriamente diferentes. La visita de Zapatero a Marruecos fue apoteósica: homenajes, discursos, amables charlas con el monarca y el primer ministro. Nunca las relaciones hispano-marroquíes habían sido tan armónicas, cordiales y simpáticas. Pero todo esto tenía un coste y Moratinos, “Curro” para los amigos, lo sabe muy bien porque conoce mejor que nadie el avispero que es el Magreb a causa, entre otras cosas, del problema del Sahara.
 
Zapatero intentó despachar el contencioso del Sahara con buenas palabras. Si se interpretasen literalmente sus frases podría incluso colegirse que la posición española sobre la excolonia no ha cambiado. Zapatero no se refirió al proceso de autodeterminación pendiente desde hace más de veinticinco años ni al Plan Baker II, aprobado por el Consejo de Seguridad y rechazado por Marruecos.
 
El presidente del gobierno español dijo algo que nadie, absolutamente nadie podría rechazar: la solución del conflicto se encuentra en que la dos partes lleguen a un acuerdo mediante el diálogo. Casi una perogrullada. A Zapatero se le juzgará en este asunto no tanto por lo que diga como por lo que calle.
 
Al Frente Polisario, al gobierno argelino y a muchos españoles esta ambigua posición les parece simple y llanamente una ruptura de la tradicional postura española cuya clave de bóveda eran, han sido o son las reiteradas resoluciones de la ONU a favor de un referendum de autodeterminación. El Polisario acusa a Zapatero y a sus colaboradores de haber cambiado de posición y haberse alineado con las tesis de nuestro nuevo aliado principal, el presidente francés Jacques Chirac. Moratinos habrá intentado en Argelia explicarle a Buteflika o a sus colaboradores que nada hay de eso y que las cosas están como estaban. Vana ilusión, esfuerzo fallido. Eso no se lo cree ya nadie, como dicen los castizos.
 
El contencioso del Sahara tiene un componente doméstico considerable. Zapatero y Moratinos deberían saberlo. El mismo presidente andaluz que ahora anuncia relaciones privilegiadas entre su región y el reino cherifiano es responsable, por ejemplo, de haber promovido o, al menos, permitido, un curioso referéndum de autodeterminación en la Asamblea andaluza sobre el futurto del territorio que, por cierto, desencadenó la crisis hispano-marroquí que ahora Zapatero dice haber cerrado definitivamente.
 
Hay muchos españoles comprometidos sentimentalmente con la suerte de la excolonia. Hay cientos de asociaciones de amistad y ayuda al pueblo saharaui casi todas ellas promovidas por la izquierda socialista, comunista, nacionalista o ecologista. Hay cientos de niños saharauis que todos los años pasan sus vacaciones en hogares españoles.
 
Todo esto lo sabe Zapatero y lo sabe también Moratinos. Creer que la apoteósis del otro día en Casablanca es el fin de esta historia demostraría un insensato optimismo. Pero Curro no es ni insensato ni optimista. El zafarrancho empieza ahora. Seguramente su visita a Argel habrá servido al menos para enterarse.
 

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