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Alberto Míguez

Mañana empieza todo

El triunfo anunciado de Ariel Sharon en Israel abre muchos más interrogantes de los que resuelve. La visión sectaria y maniquea de anunciar a bombo y platillo la reanudación de la “intifada” o, lo que sería peor, una guerra total entre israelíes y palestinos constituye, en el mejor de los casos, una simplificación demagógica.

Algunos dirigentes palestinos parecen empeñados en empujar a su pueblo hacia el vacío y la sangre. O, mejor, pasar de la exaltación bélica a la depresión derrotista. No hay datos objetivos que condenen irremediablemente a los dos pueblos a un enfrentamiento frontal e inminente. Por el contrario, siempre que hay un relevo en el poder se abren, o deberían abrirse, nuevas perspectivas de entendimiento y más espacios de diálogo.

A todo ello hay que añadir la evidencia de que tampoco Sharon tendrá fácil gobernar a causa de un Parlamento dividido con, al menos, cinco partidos en liza y un apoyo insuficiente. Lo mismo le sucedió a su antecesor, Barak, con los resultados que conocemos.

Tampoco es probable un gobierno de coalición o unión nacional, que Sharon propuso desde el comienzo de su campaña. Los laboristas y la izquierda lo rechazan, la derecha lo contempla con desconfianza y sólo la extensión generalizada de los incidentes y la violencia conduciría inevitablemente a esta salida de urgencia.

Lo que sí parece probable, aunque no inmediatamente, es que el nuevo primer ministro inicie una nueva etapa de negociación y contactos con Arafat previa la inevitable visita a Washington para tratar con la nueva Administración Bush, un trámite obligado. La historia ha demostrado que fueron los líderes de la derecha –recordemos a Begín— quienes promovieron grandes avances en el camino de la paz. Sharon pretende emularlos, pero sin hacer concesiones que no cuenten con un apoyo social indiscutible. La paz nunca fue fácil en Oriente Medio, no lo es ahora ni lo será en el futuro, pero ¿existe otra salida que la cohabitación y la negociación? La respuesta, a un lado y otro, es que no.

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