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Alberto Míguez

“Me tocó perder...”

Vladimiro Montesinos pronunció la misma frase que su enemigo, Abimael Guzmán, líder máximo de la organización terrorista Sendero Luminoso,cuando fue detenido: “me tocó perder”. Ambos compartirán ahora cárcel y rancho en una de las prisiones más lóbregas del mundo, terrible cueva donde el “presidente Gonzalo” (Abimael) y su novia cumplen cadena perpetua, la misma pena que le espera ahora al Rasputin peruano si se confirman los peores indicios.

La paradoja no termina ahí: los dos enemigos cayeron por una imprudencia relativamente inocente. Abimael, porque le gustaban demasiado las juergas y fue filmado danzando con sus camaradas por la policía de Montesinos, experto por cierto en vídeos indiscretos. Montesinos, porque intentó chantajear a un Banco (a buena puerta llamaste, compadre) domiciliado en las islas Caimán y especializado en limpiar dinero y otras operaciones heterodoxas. Al final, intermediario y banco terminaron colaborando amablemente con el FBI primero y con la policía venezolana después, a quienes llevaron al santuario caraqueño de Vladimiro.

Montesinos intentaba “recuperar” algunos de sus ahorros exportados, pero el policía felón que se prestó como intermediario prefirió cobrar los cinco millones de dólares ofrecidos por su captura.

Aquí, por supuesto, no termina esta historia. Montesinos hablará y hablará, contará cosas políticamente inconvenientes sobre muchos políticos convenientes. Puede arder Troya. Por eso no sobran las estrictas medidas de seguridad que la policía peruana ha puesto en marcha para evitar que algunos de los futuros implicados intenten cortarle el cuello a este garganta profunda de la política fujimorista.

Los próximos meses se anuncian movidos en Perú. Con Vladimiro en la cárcel y Toledo en la presidencia... puede empezar la función.

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