Menú
Alberto Míguez

Merienda cubana

No sé si por inocencia, sectarismo, curiosidad, ignorancia o simple idiotez, las más extravagantes acciones y reacciones de la dictadura cubana y de su demente conductor son objeto por parte de los medios de comunicación españoles de una atención que, a veces, ronda el masoquismo.

Basta que cualquier polizonte, escriba, torturador o funcionario de tercera lance una invectiva contra el Gobierno democrático de España, su presidente o el Jefe del Estado, para que sea recogida con caracteres extraordinarios por algunos medios, siempre los mismos, algunos incluso subvencionados por el Tesoro público, como si se tratara de una información que fuese a cambiar la faz del mundo.

En el pasado, los socialistas utilizaban este tipo de exabruptos para zurrarle la badana a José María Aznar sin cortarse un pelo ni importarles de dónde provenía la injuria, quién la pronunciaba y, sobre todo, por qué. Ahora se repite la ceremonia pero son los medios de comunicación quienes participan en esta merienda... cubana.

Sinceramente, carece de importancia que un grupo de asalariados del terror castrista se reúnan en la televisión única de la tiranía para insultar al jefe del gobierno de un país cuyo único error ha sido la transigencia y la cortesía hacia uno de los regímenes más criminales de la historia contemporánea.

Castro está acostumbrado a morder la mano de quien alimenta su megalomanía. Conviene, pues, no tender la mano a semejante individuo con el que Lombroso haría maravillas para ajustar su definición del “loco moral” y del criminal nato.

Cuanto más se escuchen o difundan sus disparates o los de sus domésticos, peor. Y cuanto más lejos se sitúe este Gobierno y sus más altas autoridades de la satrapía cubana, mejor.

El presidente del Gobierno y el jefe del Estado, insultados en esta ocasión por el ministro de Exteriores cubano, harían bien en reducir o congelar cualquier tipo de relaciones con este individuo y esa dictadura. Sería un gesto sensato e higiénico.

La vesania de Castro es, como la fiebre aftosa, contagiosa por simple contacto ambiental.

En Opinión