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Alberto Míguez

Mirando a Europa y a los kurdos

La decisión de conmutar la pena de muerte por la de cadena perpetua al líder máximo del PTK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) tomada por el Gobierno provisional turco –dejará de serlo tras las elecciones legislativas inminentes– es un guiño hacia Europa y, también, por qué ocultarlo, a los seguidores de este extraño personaje (“tio Napo” le llaman sus incondicionales) a quien se responsabiliza por el asesinato de varias decenas de personas.

El objetivo estratégico de Turquía es integrarse en la Unión Europea –es socio fundador de la OTAN– y eso sería imposible si finalmente Ocalan fuese ejecutado. Desde Bruselas se enviaron al gobierno de Ankara los mensajes explícitos sobre las consecuencias que tendría cumplir la pena de muerte dictada por un tribunal turco en condiciones, como mínimo, polémicas. El Gobierno turco anunció incluso hace semanas que prohibiría la pena de muerte mediante una serie de cambios constitucionales y legislativos.

A Europa le interesaba que el Gobierno turco no cumpliera la sentencia, entre otras razones porque el exilio kurdo es poderoso en los países de la UE, está bien organizado y no se para en barras: lo mismo organiza manifestaciones multitudinarias que promueve la inmolación “a lo bonzo” de hombres y mujeres. La ejecución de Ocalan plantearía graves problemas de orden público en países como Alemania (6 millones de emigrantes turcos, muchos de ellos de origen kurdo), Austria, Francia, Bélgica e Italia. La conmutación de la pena de muerte aleja este peligro.

El gesto del Gobierno turco también se dirige a los kurdos del interior, rebeldes o huidos, hayan escogido o no la vía armada que proponían Ocalan y sus amigos. Es una fórmula para rebajar la ira de los sectores más radicales que, justo es reconocerlo, han reducido considerablemente sus actividades terroristas en los últimos tiempos.

Dentro de un mes se celebran en Turquía elecciones legislativas y será el momento de saber si los islamistas mantienen el apoyo social que algunos pretenden o si la vieja clase política, representada por el ex ministro de Economía de Builen Ecevit, Kemal Dervis, se mantiene. O si, como parece probable, emergen nuevas corrientes como la representada por el Partido Joven del empresario Cem Uzan.

Ocalan le parece a muchos turcos una antigualla. Pero muerto, hubiera sido más peligroso que vivo.

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