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Alberto Míguez

No ofrezcáis alimentos a la fiera

El presidente chileno, Ricardo Lagos, no ha tenido más remedio que ceder a las exigencias de los militares: ha aceptado reunirse con los jefes de las fuerzas armadas y carabineros para intentar calmarlos.

No le será fácil. Los centuriones están que trinan con la detención domiciliaria del “tata” (abuelo) Pinochet y el comandante en jefe Ricardo Izurieta habló ya de “tensiones críticas” en los cuarteles. A buen entendedor...

Lo que, por supuesto, no puede hacer el presidente chileno es entregarle en bandeja a los uniformados la cabeza del juez Guzmán como pretenden los seguidores más extremos del “tata”. Sería como ofrecerle al tigre una hamburguesa mientras alguien le tira de la cola.

Pero Lagos no puede olvidar tampoco que el malestar castrense goza en la sociedad civil de ciertas simpatías, como acaban de demostrar las elecciones municipales. Los candidatos de la derecha han salido vencedores y su adversario a la presidencia, Joaquín Lavin, barrió materialmente en la municipalidad de Santiago, la capital.

El “tata” Pinochet tiene quien le quiera, y sus compañeros de armas tendrán que hacer de tripas corazón si algún día se sienta en un banquillo para responder de los crímenes de la dictadura. A Lagos le gustaría apartar de sí lo más rápidamente posible este cáliz. Pero, en las actuales circunstancias, es imposible.

Deberá tragarse el sapo y aguantar los gruñidos de la fieras. Gruñen, luego cabalgamos, dice Lagos. Pero también aquí puede equivocarse.