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Alberto Míguez

No sólo protocolo

Después de largas y prolijas discusiones entre jefes de protocolo y embajadores, España ha terminado por aceptar las exigencias del régimen iraní, que ha terminado imponiendo sus costumbres, usos y exigencias durante la visita oficial que el presidente Mohamed Jatamí realizará a Madrid los días 27,28 y 29 de este mes.

Para evitar incordios, se ha recurrido al sistema más fácil: suprimir los actos que podrían eventualmente molestar al “mulah” Jatami (no es ayatollah todavía), ya fuesen cenas, almuerzos o simplemente recepciones donde pudieran estar presente el denostado e impío alcohol o las no menos impías e impuras hijas de Eva, vulgo mujeres. A esto se llama el “método francés”, es decir, aceptar todo tipo de exigencias por muy arbitrarias, descorteses o disparatas y después pasar el platillo.

La pregunta que deberían hacerse muchos –y, en primer lugar, los funcionarios del gobierno español encargados de visitas, recepciones, ferias y congresos– es si la personalidad del visitante y la importancia de las relaciones hispano-iraníes merecían esta cesión que roza la bajada de pantalones por decirlo con frase amable y gráfica.

En efecto, las relaciones económicas hispano-iraníes son escasas, por no decir irrelevantes, y los “mercados de futuro” hasta ahora abordados por algunas empresas como Cepsa y Repsol constituyen apenas una esperanza tenue. En cuanto a las relaciones políticas, ni existen ni hay razón alguna para que existan. Son dos países que se ignoran aunque, eso sí, no tienen contencioso alguno. Afortunadamente.

Irán es un país aislado y desacreditado en el concierto internacional, sus ciudadanos sufren una de las dictaduras teocráticas más siniestras del planeta y las esperanzas de una liberalización del sistema inventado por Jomeini y sus herederos se han quedado en agua de borrajas. ¿Valía la pena sacrificar ciertos principios, aunque sean simplemente protocolarios, para hacerle el caldo gordo a Jatami y sus sayones? ¿Creen nuestros diplomáticos, embajadores y plenipotenciarios que dándole por el palo al “muláh” Jatami se consolida la liberalización del régimen iraní?

La respuesta española a las exigencias iraníes ha sido decepcionante y culicorta. Este gobierno tiene la manía de ceder ante toda la golfería internacional, llámese Fidel Castro, Teodoro Obiang, Mohamed VI o Jiang Zemin, porque cree que a los sátrapas se les calma dándoles palmadas en la espalda y celebrando sus excesos. Error, inmenso error pero ¿sirve para algo denunciarlo?

En España

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