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Alberto Míguez

No son gamberros, son delincuentes

Asombra hasta la indignación la extraña actitud de las autoridades de Melilla, que para tranquilizar a la población o, mejor, para tranquilizarse a sí mismas, declararon ayer que los individuos –poco importa que sean viejos o jóvenes- que atacaron y violaron el cementerio judío de la ciudad e intentaron quemar una iglesia “no son integristas, apenas gamberros”.

Esta estupidez sólo puede ocurrírsele a un subnormal o a un descerebrado. Ahora resulta que ensuciar con pintura roja las lápidas de un cementerio, pintar en sus paredes frases antisemitas y lanzar cócteles molotov contra una iglesia son apenas “gamberradas” y no delitos de considerable gravedad, como los califica el Código Penal español.

Si esto sucediera en cualquier país europeo, los autores de estos actos estarían ya en la cárcel y serían juzgados con toda severidad por un juez ordinario (a propósito ¿qué han hecho los jueces y fiscales de Melilla al respecto hasta ahora?). Así sucedió en Francia hace algunos años, cuando unos individuos (gamberros, según las autoridades de Melilla) hicieron algo semejante y se pasaron varios años a la sombra purgando aquella gracia.

Ensuciar un cementerio es un delito grave, y debería preocupar algo más a las autoridades de Melilla, que al parecer miran hacia otro lado cuando se producen estos incipientes actos de antisemitismo, un sentimiento que hasta ahora no existía en España. Se ve que Melilla es diferente.

Pero, al parecer, lo único que preocupa a tan celosas autoridades es que allí no hay integristas, y si los hay, se confunden con los gamberros. A Bin Laden le encantaría el símil.

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