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Alberto Míguez

Ojo por ojo...

“Si creen que vamos a quedarnos con los brazos cruzados asistiendo a los ataques de Hezbollah desde territorio libanés, se equivocan gravemente”, dijo hace unas horas el ministro de Defensa israelí, Benyamin Ben, un laborista moderado que no suele lanzar bravatas en balde. Respondía así a las amenazas y denuncias procedentes de Beirut y Damasco.

En Siria y Líbano el ataque israelí contra una estación de radar siria situada a cuarenta kilómetros de la capital libanesa ha sido interpretado como el comienzo de una “escalada peligrosa que puede desestabilizar toda la región”.

Israel cree, con toda razón, que las incursiones de Hezbollah desde territorio libanés están siendo promovidas por el régimen sirio, que controla todo el Líbano gracias a sus 35.000 soldados desplegados en este país. Líbano es hoy una simple colonia siria y todo lo que se hace en su territorio, sobre todo en el terreno militar, cuenta previamente con el placet del régimen de Damasco.

El ataque aéreo israelí contra la instalación siria tiene una clara interpretación: Israel no dejará pasar ni una a los dos vecinos y, si necesario fuese, volvería a aplicar la Ley del Talión a la que el primer ministro Sharon está acostumbrado desde hace muchos años.

Para este tipo de iniciativas Sharon cuenta con el consenso generalizado de la opinión pública y de todos los partidos políticos, sea cual sea su tendencia.

El Gobierno de Israel ha enviado un “mensaje claro” a sirios y libaneses mientras negocia con los palestinos un acuerdo de alto el fuego. La situación es preocupante y la Comunidad Internacional puede lanzar las consiguientes advertencias y resoluciones que, una vez más, el viento se llevará: por de pronto, el primer ministro libanés ha comenzado ya a sugerir que Hezbollah es un huésped incómodo y está cometiendo errores de bulto. Siria, mientras tanto, amenaza con la boca pequeña si es atacada de nuevo.

Pero los generales sirios saben que durarían un par de días ante las fuerzas de Tshall, el ejército de Israel; no sería la primera vez. Las espadas están, pues, en alto. Y sólo se enfundarán cuando Israel tenga la garantía de que su territorio no será objeto de ataques desde los países vecinos. Sin esa garantía internacionalmente avalada, las incursiones contra las instalaciones libanesas o sirias, continuarán. Ojo por ojo...

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