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Alberto Míguez

Peregrinación incesante, cosecha menuda

El líder de IU encontrará en Cuba lo que iba buscando: calor de hogar, una entrevista nocturna de varias horas con el comandante-en-jefe y ambiente familiar como corresponde al compadreo comunista, máxime cuando Llamazares estudió medicina en La Habana hace años. También encontrará una ciudad en ruinas y una situación económica delicadísima: nada nuevo, por supuesto. Este régimen de referencia que encandila a los correligionarios del dirigente comunista español no acaba, sin embargo de encarrilar sus relaciones con España. Parece poco probable que Llamazares logre mejorarlas aunque su prioridad principal sea precisamente ésa: bendita ilusión.

Pese al incesante peregrinaje de presidentes autonómicos, rectores de universidad, profesores de las más extravagantes disciplinas y algún empresario despistado, el caso es que las relaciones hispano-cubanas siguen congeladas y no sólo por razones políticas. Es probable que estas razones –las diferencias evidentes entre el gobierno español y la dictadura cubana– sean el problema de menor cuantía y tal vez incluso las de más fácil solución. Algunos caballeros de la derecha sólo esperan lanzarse en los brazos de Fidel y hacerse la foto. Recordemos a Fraga..

No, el tema es de más envergadura y mucho más difícil de resolver. Desde hace dos años las inversiones españolas en Cuba están congeladas, el comercio no funciona o funciona bajo mínimos y el turismo va de mal en peor. Hace unas semanas se anunció en La Habana el cierre inminente de ¡cuarenta hoteles! en toda la isla. Seguirán más. Razones: no hay clientes. Tras el once de septiembre y el reciente huracán (un vendaval benigno, anunció Castro mientras en país se descuajeringaba) las cosas van de mal en peor. Y los expertos se muestran unánimemente pesimistas sobre una recuperación a medio plazo. Y a largo plazo, todos calvos, incluido el comandante en jefe. Las empresas hoteleras españolas prefieren otras islas del Caribe y están empezando a interesarse por los mercados próximos. Túnez, Marruecos, ¡hasta Libia!. Pero Cuba les huele a chamusquina. Y si se resta la actividad hotelera bilateral, el resto de la presencia económica española en la isla es insignificante. Los grandes “yacimientos” a privatizar –telecomunicaciones, transportes, hidrocarburos– han sido ya alegremente ofrecidos y entregados a canadienses, mexicanos y franceses. A España le queda el refugio hotelero y tabaquero. Poca cosa y futuro incierto. El momento no está para aventuras.

Es poco probable que Llamazares logre convencer al poderoso “lobby” empresarial español en Cuba, el mismo que ponía el grito en el cielo cuando Aznar le pedía a Castro que soltara a los presos políticos- que regrese en fuerza a la isla con grandes proyectos bajo el brazo. Es poco probable también que este viaje movilice las voluntades de la CEOE para empujar a sus socios rumbo al país de “referencia”. La visita concluirá como comenzó: cánticos y halagos al tirano. Pero de mejorar las relaciones, las verdaderas, las contantes y sonantes, nada. Llamazares está poco dotado para promover el capitalismo en tierra extraña.


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