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Alberto Míguez

Pulido y repulido

El tono triunfal con que el Gobierno español ha anunciado que la soldadura en el submarino “Tireless” había concluido y que ahora se trata de pulirla y repulirla recuerda al gol de Zarra y el cañonazo de Agustina de Aragón. Por milagro, no anunciaron festivo en todas las autonomías, tan emocionado estaban Cabanillas y sus guripas.

El Gobierno lleva meses y meses haciéndoles cucamonas a los británicos como si la reparación de un submarino que nunca debió estar en la bahía de Algeciras (Gibraltar no tiene aguas territoriales) fuese una hazaña digna de celebrarse con toros y fuegos artificiales. Hasta se regocija con que los técnicos del Consejo de Seguridad Nuclear (cuyo director, por cierto, dijo hace meses que no tenían ni idea de esos artefactos porque aquí no había: verdad de Perogrullo) hayan mostrado su conformidad con una chapuza a la que por supuesto no han tenido acceso porque el Almirantazgo desea evitar que Pepe Gotera y Otilio puedan tomar nota de los tremendos secretos encerrados en el sumergible. Falta que le impongan el garbanzo de plata al “ministro principal” de la colonia y le concedan el premio Cervantes al comandante de la nave.

De lo que se trata ahora es de que el sumergible no contamine aquellas aguas cuando su reactor se ponga en marcha y se largue con viento o mar frescos a la base de Devonport, de donde nunca debió haber salido.

El balance de esta historia tragicómica es apabullante y demuestra que, mientras todas las fuerzas políticas españolas, la opinión pública, el Gobierno y hasta el Rey no acuerden una política de Estado para y sobre Gibraltar, tendremos Tireless cada temporada. La Navy ya sabe dónde puede reparar sin excesivo coste sus cachivaches.

El Gobierno debería evitar tanto jolgorio y triunfalismo ante un asunto del que debería avergonzarse por su tramitación torpe y tardía, su irresponsabilidad, sus chistes y sus chismes.

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